POTE-POÉTICO EN FEBRERO CON ROSALÍA Y ANTONIO


Así suavemente como si no quisiera ha llegado la hora de comienzo del Pote-Poético de febrero.
Ya os adelantamos que nuestro homenaje de este mes iba dedicado a Antonio Machado y Rosalía de Castro.
Aniversario de la muerte del poeta sevillano el  día 22 en Colliure y nacimiento de la poeta gallega el 24 en Santiago de Compostela.

Aunque se ha recitado de ellos dos mayoritariamente, no hemos dejado de lado otros poetas como Neruda, Miguel Hernández, Manuel Benítez Carrasco, Antonio Gómez, Inma Luna...















Ha sido una tarde tranquila, de saloncito de estar, ha sonado la guitarra de José Sánchez sin tregua y la de Marifeli al son de samba, o acompañando una canción con que nos ha regalado Rubén o una autora china de la mano de Manolo Galante.

Todo a tenido cabida, todo se ha degustado lento y pausado como han de saborearse las cosas de valor. De esta forma la Lata de los Pensamientos nos ha dado la pista de ese deleite.





Ha sido un placer amig@s así agradecemos a Narciso y Jesús de Taberna Zabala, a José Sánchez, nuestra guitarra particular, Karmen, Luis, Pablo, Elisa, Manolo, Felicidad, Miguel, Rubén, Marifeli, Susana, Gigi.

Gracias por estar ahí. Hasta el próximo.

Daniela y Antonio

GUITARRA

 Una guitarra, al desgarrar
sus cuerdas con alegría,
apareo mi cuerpo a su cuerpo,
y pongo mi fantasía.
 
 Sus cuerdas ¿son? su lamento.
¡Qué manjar más delicado!
es para mí todavía.
 
 Salen lamentos de ti,
como mi “MADRE” escribía
amor a todo lo nuestro,     
y ¡qué bien se te entendía!
 
 Por boca de tus cantores
trovadores y poetas
que supiste conducir
y plasmas con tu pureza.
 
 Los cantes por Soleá,
los entones por Peteneras,
Seguirillas, y tantos palos.
 
 Que de la garganta surgen
de hombres que por ti se empeñan.
Unos, de ser superiores,
otros, que te percibían.
 
 Tu sonido que arrebata
es una miel exquisita
que de tu colmena surge.
La baba, se me abatía.
 
 Escuchando tu eufonía pura
como perlas sueltas,
que de tu fuente cataba,
y humedeciste mi cara.
Qué lágrimas se formaban.
 
Antonio Molina

EL ROSTRO

Mira su rostro, le incita a quererlo.
Con su pelo negro que cae por su frente;
¡nunca te lo quites,! Te hace diferente.
 
Adorna tu cara y oculta lo lindo que en ella
   se esconde
Tus cejas deslizas sobre tus pestañas.
Tus ojos se paran.
Su brillo le incita cual candil luciente
en noches oscuras, hasta te presiente;
cuando caen las lágrimas por su naricilla
aletean orificios respirando vida.
 
Tu cara, ¡ay! Tu cara, que viva conservas.
Cerca de sus labios, la boca le atrapa
sus caldosos jugos, adsorbe sin tregua
tragando el licor de fuentes de nácar.
 
Brilla pedrería en esa caverna.
Recorre ese cuello lamiendo la sal
Que de cada poro brota temblorosa
Cual si fuera de oro, oro de azahar.
Antonio Molina

NUNCA SE CERRARA TU VENTANA

 
En la cama, adormecido, en calma,
me estremece la noche, su manto me imana,
los sueños se envuelven en hilo de sábana.
El espíritu de nieve, se deja marcar por las patitas
de un gorrión alegre que el viento no atrapa
las sombras del pino no alcanzan su alma,
al trepar por ellas, está tu ventana.
Desde la distancia besa los ojos que descansan.
La noche los viste, los tira a las brasas,
el rojo candente se trasmute en negro
para que el brasero inflame sus garras
donde se retuercen los frutos del alma
que degustan juntos apurando el alba.
Eternos placeres, nimias luciérnagas
les prestan su luz, tenue, necesaria.
 
La noche les flota desde la mañana.
 
El sol se abre paso, traspasa su espada
amores mortales, quereres que manan del alma…
La nada ha muerto, brilla la esperanza.
La noche lo sabe. Su reino es vida.
El tiempo le atrapa. Ella ocupa el trono
que estaba bacante y lo conquistó
sin sangre, ni espadas.
Ella consecuente, contempla la trama.
El calor y el fuego queman como lava
porque ella es de fuego, manantial de agua,
mágica, risueña, hada milenaria,
la que teje sueños que envuelven el alma.
 
 
Antonio Molina

HACE FRIO.


Hace frio. El año se relaja y se deja ir lentamente como vino: en calma. Pero nos aferramos a él cada vez que aparece uno nuevo es señal que envejecemos y nos da la lata.

 Y me hago esta pregunta: ¿Y yo quien soy?...

 No sé muy bien para qué nacemos. Porque tenemos que vivir este calvario. Nacemos a empujones, forzando nuestra salida, con la cabeza delante o arrastrado de los pies con el peligro que eso significa... Y nos golpean hasta que lloramos. Todo son risas y alegrías... Hoy he estado en un funeral, el padre de un amigo... y lo despiden a pompa y platillo, misa y canticos, murmullo en la iglesia.

¿Para eso hemos nacido? ¿Para sufrir el calor y el frio, el hambre y la sed, miserias por doquier y la muerte prematura de más de uno?

Y cuando digo quien soy yo. Nadie nos responde, nadie te mira a la cara, sus miradas se espuman como la niebla por los campos y montañas.

Solo queda un reguero de pasos casi ocultos por el viento y el polvo de los caminos que lo cubre su tiempo.

Ya nadie te hace casa, ni te escucha aunque sea una súplica que necesita tu alma para seguir viviendo.

 Ya no encuentro al poeta que me aupó ante el viento, me dio vida y calor... quizás, eran otros tiempos.

Hoy hablo con los pájaros, con animales caseros, con las fieras del campo, con árboles centenarios que un día fueron carboneros y con el poeta que llevamos aun dentro.

Solo miro al abismo, esperando que el viento, interrumpa mi vuelo. Quizás desde la otra orilla, reconozca mi cuerpo ya que mi alma está muerta de ilusiones perdida, aunque llena de sentimientos.

Antonio Molina

A UNA PLAZA DE TOROS


El Halcón escudriña el borde de la montaña, oteando el valle que a sus pies se encuentra, contemplando el territorio que debe recorrer para cazar el alimento para sustentar a sus crías.
Se lanza al abismo y desde el aire, majestuosamente, contempla nubes blancas junto al ‘bollo’ que, con su frialdad, manda brioso al valle y sus gentes, que abrigadas realizan las tareas cotidianas.

Y arrojándose al aire que la sustenta, para escudriñar el terreno y buscar la carne deseada, para poder llevar a su nido el alimento que, con avidez, engullirán sus crías.
El halcón divisa la ciudad a sus pies que en circulo se sitúa rodeada de murallas,
con su río y su valle. Su castillo sobresale en un alto promontorio, resaltando sus castaños y su fuente, que en la plaza de los Fueros empotrada se hallaba.

Viejos, añejos y legendarios edificios la acompañan junto a su catedral bien remodelada.
Sobresaliendo de su recinto, uno chiquillos, con voces diminutas y briosas que reclaman con avidez su mirada: Dos por dos, cuatro, dos por tres, seis, seis por…

Pequeñas vocecillas cantando la tabla de multiplicar.
Resuenan los cánticos de los moradores que la habitan, retumban sus diminutas vocecillas; escuela que el halcón se lleva para contar a sus crías la buena nueva
de como unos retoños florecen en ella. Mientras, en la vieja torre del Ayuntamiento
una pareja de cigüeñas retocan el nido traqueteando con sus picos: el amor de la pareja.
En su deambular buscando a su presa fuera del recinto de la añeja ciudad divisa con curiosidad un círculo, en cuyo alrededor contempla a diminutas criaturas que practican sus recreos despreocupados y felices.

En la plaza se realizan unos juegos que ellos no pueden ver desde la calle. Su recinto alberga unos días señalados, las fiestas del ‘Ocho Mayo’ para la distracción de los que forman la comunidad que en su entorno se haya.
Toros bravos entran por la puerta grande. Gritos de júbilo, los ‘olés’, resuenan en su interior con algarabía, resoplando estruendosamente por el valle; transcurriendo una corrida de toros donde jóvenes figuras del toreo pasan año tras año por el recinto circular pisando la arena de su ruedo dando tardes de gloria, como en otras plazas así lo hicieron. Los maestros ‘Mazzantini’, ‘Bombita’, ‘Machaquito’, ‘Bocanegra’, ‘Cocherito de Bilbao’, ‘Manolete’… y muchos más, con sus pases de pecho, sus ‘chicuelinas’,

desplantes y verónicas y pases improvisados y con suerte. Acompañados por los clarines de la fiesta, que anuncian las partes de las que se compone la corrida
desde la faena del picador, las banderillas y la suerte de matar hasta terminar con la lidia, después que el protagonista de ella haya sucumbido por el acero de la  muerte.
Y después el matador la faena ha realizado, las mulillas al animal sacan arrastrándolo
por la puerta grande de la plaza.

El halcón divisa a lo lejos un pequeño conejo y lo contempla con sus ojos fijos, penetrantes, lo observa y se lanza como una flecha, sobresaliendo sus garras afiladas y dispuestas a arrebatar la presa de la tierra y elevarla al cielo azul. Dirigiendo su rumbo, rápido, al nido, que sus crías le esperan para saborear el alimento necesario.

Replegando sus poderosas alas, su garganta provoca un graznido de aviso y de gloria por el alimento conseguido, dejando la preciosa carga junto a los pequeños moradores de su nido que, ávidos de carne, la sujetan con sus garras y la desgarran con pericia.
Reposa satisfecho el halcón en una rama, contemplando gozoso como se sustentan sus retoños, divisando a lo dejos un árbol cuyas ramas no mece el aire; sujetando en su tronco a una señora que ha observado respetuosa lo acaecido en el relato.
Porque resulta que el halcón y su morada cohabitan junto a la señora que tanto nos ama.

La Virgen de La Antigua junto a su nido mantiene su guarida, refugio donde nos observa, nos guía, nos consuela y que nos ama.

 

Antonio Molina