Hace
frio. El año se relaja y se deja ir lentamente como vino: en calma. Pero nos
aferramos a él cada vez que aparece uno nuevo es señal que envejecemos y nos da
la lata.
¿Para
eso hemos nacido? ¿Para sufrir el calor y el frio, el hambre y la sed,
miserias por doquier y la muerte prematura de más de uno?
Y cuando
digo quien soy yo. Nadie nos responde, nadie te mira a la cara, sus miradas se
espuman como la niebla por los campos y montañas.
Solo
queda un reguero de pasos casi ocultos por el viento y el polvo de los caminos
que lo cubre su tiempo.
Ya nadie
te hace casa, ni te escucha aunque sea una súplica que necesita tu alma para
seguir viviendo.
Hoy
hablo con los pájaros, con animales caseros, con las fieras del campo, con
árboles centenarios que un día fueron carboneros y con el poeta que llevamos
aun dentro.
Solo
miro al abismo, esperando que el viento, interrumpa mi vuelo. Quizás desde la
otra orilla, reconozca mi cuerpo ya que mi alma está muerta de ilusiones
perdida, aunque llena de sentimientos.
Antonio Molina
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