Le ofrecieron un
arco con afiladas flechas.
Supo tensarlo. Aún
le quedaba energía.
Fatídicas, las
flechas se estrellaron en las rocas,
brotando sus
puntas, traspasando su yelmo
y perforando su
corazón que, inseguro,
se dejó morir de
indiferencia.
Convivió con una
diosa
de ojos glaucos,
que encauzó
la limpieza de su
mente teatrera.
Zeus le mandó tal
presente, que,
colmado de
placeres terrestres,
Infringiendo así
las leyes de los dioses.
Las estrellas y
serpientes de colores
reptaban por el
aire buscando
su ausencia aquí
en la tierra.
Antonio Molina
Medina
10/06/18
En la tierra, entre pasos firmes, y respirando el aire, brotando la vida, y las estrellas reluciendo no más que tus versos.
ResponderEliminarUn placer leerte, mi admirado poeta.
Besos enormes y feliz noche.