SUS AGUAS SIGUEN DEGUSTANDOSE DE SU CAÑO

 

Molino El Águila. Sendero río de la Miel. El Cobre. Algeciras

Préstame tu mano, amiga. Quiero caminar contigo, coger agua de nuestra fuente para seguir caminando buscando los olivares y chaparros descorchados, introducirme entre sus raíces que buscaban sus aguas sedientas de sueños, que se dejaban acariciar entre tus cinco dedos que me arrastraban a nuestro rio de la Miel, sorteando las bajas palmeras repletas de palmichas y los cardos borriqueros escapando de sus púas, como de sus zarzas, cuyas espinas nos amotinaban aderezando nuestros sentidos... ya muy cerquita de su agua, donde lavaban la ropa...

Fuente del Chorro. El Cobre. Algeciras

Lo antiguo de nuestra casta, con las piedras bien talladas por los años por sus aguas, mientras la chiquillería se desmelenaba entre sus aguas. Mojábamos nuestros pies descalzos, y sin dolores antaño, para subir por su cauce sorteando moles de piedras que no fueron arrastradas por las riadas, por la magnitud de su tamaño, dejando a nuestra izquierda los pozos de otro molino que terminó en criadero de electricidad, a la sazón, la fábrica de la luz. Sorteábamos el puente de antaño, sin quitamiedos, hasta lugares sagrados donde las pesadas piedras molían el trigo y nos habrían nuestro estómago con el olor a pan tierno deleitándonos en su abrazo.

 

Algunos molineros ya se fueron, entre nubes de tierra boquiabierta, dejando sus huellas a su paso, donde el de Escalona aún sigue funcionando entre el agua que surca un canal en desnivel del río que salta en los cubos antiguos; y la corriente eléctrica ya modernizada; y el Águila, que hostiga mis sentidos conmemorando su pasado.

El Cobre. Algeciras.

Sedientos de agua fresca por el calor el que se acumula en nuestras pisadas por esos caminos de hoy y de antaño y nos inclinamos ante la fuente y su caño; llenando nuestras manos de ese chorro que sigue brotando, mirando los rescoldos de ese molino que aún sigue orgulloso, a pesar de tantos años.

Su huerto aún se vislumbra entre perales y naranjos, por donde pasa el caminante buscando entre moles de piedras y su agua virgen y fresca, a nuestra señora, la que limpia nuestro cuerpo muchas veces en verano… Ella, orgullosa, deja su manto abierto para que la fuerza de su agua nos limpie de esos sabores amargos.

La chorrera. Río de la Miel. El Cobre. Algeciras.

Hoy lucen más intensamente los sueños y la vida se afianza cual pétreo sonido y sustentando entre sus brazos a los que, entre manos y dedos siguen bien engarzados entre lo añejo y lo nuevo… entre la vida y los sueños y un corazón bien labrado. Han quedado bien engarzado.

Antonio Molina Medina

29.04.21

TORNAR A LOS CAMPOS

 

Pastor de Sinovas. Aranda de Duero

Paseando por los prados y viñedos de la vieja estepa castellana, con la mirada perdida y el corazón de alboroto, sentía en mi rostro el aire tímido, me solazaba con las hojas de los viñedos. Palpándome el rostro con mis dedos, los flancos de mi rostro, sintiendo una sensación tímida de humedad y a la vez, calor, ante la contemplación de un mundo en silencio que invadía los sentidos de mi anatomía.

 Y mis ojos se cierran y se abren con la suavidad de los latidos de mi cuerpo, que se precian de sentirse libres de cieno y barro.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Inconforme, el camino se extiende a sus ojos. Y, a la vez, seguro y aciago para el caminante. Agitando los brazos los que suben a las alturas buscando ese rescoldo de luz que se cruza en su sentir. Mientras una figura se divisa en el paisaje y se acerca y, a paso lento con su vara o cayado en su mano, y la alforja colgada en su hombro. seguro se balancea. Es el pastor de Sinovas el que pastorea a sus ovejas y cuyo rebaño se esparce por el barbecho vigilado por sus perros. a los que saludo sin miedo entre el colear de sus extremidades entre algaradas sintonías y pisadas de sus zarpas. Y, a la voz del pastor, se revuelven sin ladrar para reagruparlas  sin aspavientos.

 -Hola, amigo… ¿Cómo seguimos? -saluda con su franca sonrisa el pastor.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

-Ya ves… ¡otra vez por estos campos nos volvemos a encontrar!  Amigo, -le digo - Estaba caminando por estos rastrojos y ya había observado las pisadas de pezuñas de ovejas al pasar por el camino, antes de pasar el puente; ya desde la subida a la ermita las iba observando y … por el puente de las vías pensé que quizás te encontraría por este lado de Sinovas.

 

Me sonríe y le da un silbido a los perros para que congreguen a sus ovejas que se estaban esparciendo por el lado izquierdo del rastrojal.

 

-¿Cómo por aquí? –me susurra-. -Tú caminando como siempre que te he visto por estos campos y ya veo que sigues captando todo lo que se mueve y ves con tu cámara –me comenta con una franca sonrisa.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

-Así es, amigo –le digo-. ¡Por estos campos de la pedanía se respira y se hacen visibles los sueños aún, despierto! Y se siente la libertad en estas praderas libres de alambradas que nos detengan. Y sin miedos que nos inquieten los sentimientos. Aquí, hasta los complejos los evacua nuestra mente ya que la soledad del campo es unos de los misterios que pocos conocen.

 

-La otra vez que vine me topé con las ovejas… las llevaba uno de los dueños  -le digo.

-Es que estuve malucho. –Me responde-. Tuve un pequeño accidente y me toco reposar unos días.

  Hablamos de todo lo ‘hablable’. La profundidad de lo hablado llegó muy dentro de mi ser. Familia, amigos… lo bueno y malo de la vida …   De la grandeza del campo …   De las viñas ya secándose y cuyas hojas se desprendían con el soplar del aire y caían lentamente, mezclándose con la tierra roja de sus campos.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Aprovechamos el encuentro para dejar huella de tal momento, con algunas fotos que serán el testimonio de una vida repleta de recuerdos.

 

-¿Me sacas unas fotos con los perros y el rebaño? –le susurro-  que el tiempo pasa, tiene fecha de caducidad aunque no lo veamos ni palpemos.

 

-Bueno amigo, voy a seguir mi camino, -le señalo.

-¿Para dónde caminas ahora?

 -Voy ya para la casa, y pasaré antes por la parte de arriba, por los viñedos de Félix y la del difunto Virgilio,  para bajar por las bodegas -le susurro.

 Dándole la espalda al pastor el que mira con sigilo a su rebaño, que se esparce por el barbecho. Secunda sus pasos con su cuerpo para seguir su camino, adentrándome por las calzadas y rastrojos, hasta pasearme por las fincas antes indicadas, para bajar por las bodegas.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Mi mente se rebela y se enmudece ya que la vista se posa en una pequeña bodega donde un corazón duerme. Donde se paladeaba el caldo que, unas manos aplicadas, mecían entre los ramos de uva, para formar ese caldo rojo, negro, blanco y quizás celeste, con ese amigo que se dejó la puerta abierta, para que su recuerdo prevalezca, entre los huecos debajo  de su escalera, Sus botellas aún florecen junto a las cubas, donde los caldos se aúpan para que se subleve mi mente… Cruzando las vías del tren, a la entrada de la pedanía, lento y silencioso, camina su cuerpo, dentro de la oscuridad y , pertrecho de los sentidos, la noche nos aúpa y se desprenden los sueños, y vierte la luz su manto entre viñedos alegres. ¡Campos de Castilla! donde los hogares de sus gentes, las de su pedanía,  aún desde la lejanía se sienten sus latidos de su calor .

25.04.21

Antonio Molina Medina

ENCUENTRO EN SU ESTACIÓN

 

Orduña-Bizkaia-País Vasco

Saqué el billete en la estación de partida. Todavía faltaban unos minutos para que el convoy apareciese.

Mis ojos miran de soslayo a las personas que esperan conmigo… y de improviso veo una figura, ya antigua, cuyo rostro me deja inseguro y a la vez me alegra tal hallazgo.

 

Era mi profesor de dibujo, el de la ‘profesional,’ de los aprendices de Gama de la Ciudad de Orduña, la de antaño. D. Andrés charla con los que le acompañan y no se percata de mi presencia. Son una brutalidad de años los transcurridos. Que alguien te pueda reconocer después de quizá  más de sesenta años de ausencia…    

Ciudad de Orduña Bizkaia

Me acerco a él con inquietud, y le saludo… Él me mira, y me remira con insistencia, mientras le ofrezco mi mano… los que lo acompañaban, me miraban y sonreían éramos más visibles en el tiempo. Y,  de improviso su rostro se trasforma, y se aferra a mi mano, su calor inunda mi alma. Pronuncia mi nombre y un escalofrío penetro por mi mano, derecho al corazón.

Un poco de charla, ya que el tren llegaba, para él y otro, en otra dirección. Lo que volvía a invertir nuestras vidas, pero con esa alegría que no se compra ni se vende.

Y me quedé pensativo mientras el coche entre los rieles de hierro me llevaba a la Capital.

 

Pasaron los días y, en la misma estación, un compañero de clase de nuestra escuela de Juventus, Leoncio, cogía el tren para dirigirse a la ciudad de Orduña donde mora ya que su medio de vida lo tiene en Basauri  (trabaja en la Firestone) se detiene y nos saludamos mientras esperamos el tren con diferentes destinos . Y le comento mi encuentro con D. Andrés nuestro profesor de dibujo. Y Leoncio me comenta: - ¡No me jodas! ¡¿Que todavía está vivo?!… ¡Pero si tiene ya más de noventa años!


Pues no se los años que puede tener - le dije - ¡Y bien majo que estaba! Y le acompañaba ‘Cacun’ el barbero que anda ya por la misma edad, con más de noventa años.  Les acompañaban algunos de sus familiares y amigos según me dijeron ellos, los años no podían con ellos y su buena memoria latía en sus conversaciones.

 

Brotan de mi mente los recuerdos y le digo a Leoncio: ¿Te acuerdas de la putada que le hicieron a Adrián en la hora del bocadillo? cuando Carmen la guapa, se acercó a la clase y le preguntó qué había traído de almuerzo y él le contestó: ¡dos huevos y un chorizo!... ja ja ja ja. ¡Menudo lío se armó!... Ella dio parte a su jefe y lo castigaron con un mes de empleo y sueldo. Y no lo despidieron porque le pusieron una condición: que tenía que pedirle perdón delante de todos los compañeros de la oficina donde ella trabajaba.


- Si, lo recuerdo - me dice Leoncio-  Que lo quisieron echar. Nos tenían como esclavos. Siempre vigilados incluso en los días de descanso. Un día me llamó el jefe de talleres (creo que se llamaba Ildefonso) y me echó una bronca porque decía que me había visto fumar el domingo por los hastiales y yo le dije que yo no era…  ¡Y era verdad! Yo no fumaba con 14 años…

 

Partió el tren para Orduña. Mientras, en silencio, voy a la ciudad a compartir en un bar de la Villa de Bilbao, con amantes de la poesía, un rato de ocio y cultura.

Antonio Molina Medina

14.06.20

EXPLOSIONÓ ENTRE EL VERDE COBRE, DE SU PEDANÍA

 

Bahía de Algeciras. Peños de Gibraltar 

Nació entre maderas que acunaban su cuerpo, mecido por manos que amaban; entre planas notas musicales, entre voces que silbaban a su alrededor. Su madre se quedó deforme en su estancia, en su vientre.  Y ella recorría los campos  rebuscando simientes para ese niño que llevo en su vientre. A él nunca le faltaron esas calorías que la lluvia de sus ojos le brindaba, en esa su tierra, abrasiva y fértil. La noche se esforzaba por calentar su choza y su alcoba. Mientras, los troncos ardían en su baja candela y los pájaros revoloteaban en las vigas de sus aposentos acomodados en el nido que el que todos los años 'reponían'.

Hoy los recuerdos de aquella luna que provocaba su miedo al mirar detrás suyo con su negra figura (la de su propio cuerpo y la de la niebla) se aposentaban en su entorno y su corazón se ofuscaba y se retraía, caminando por la cortina de árboles de su serranía.

Aprendió las palabras, pero nunca supo escribirlas en pizarra o papel ya que eso estaba vedado para él como buen paria de la sierra.

El Cobre Algeciras.

 

Hoy son palabras esas cual letras sibilinas y amables, se posan en sus cuartillas dejando escritas esas nociones de su tiempo que estaban acurrucadas en su memoria, entre el trapío de los becerros que marcaban a fuego en los arrabales de su Majal de tierra, la que les alimentaba.

Las escenas se repiten desde unas cuartillas posadas en una mesa de madera y una silla de esparto y corcho. Cuartillas que sujetan sus dedos entre sus manos que, poco a poco, toman vida  y vuelven del pasado sobre el cielo de su habitación, cual escenario. Mientras, los pájaros gorjean en las ramas antes de tomar su vuelo, y sus alas abanican mi rostro antes de que la vida se agote. La de un ser empecinado en jugar con su tiempo y alborotar su conciencia, aunque las lágrimas de ese niño que todos llevamos dentro de nuestro corazón, el que aún hace esos pucheros cuando restriegan su rostro con el agua del eterno chorro de su fuente.

                                                                      Algeciras. Cádiz

Mientras los cánticos de tristeza se tendieron entre las colinas derivando entre las olas de su río que, cantarín de alegría, me ve llegar y saltar por sus eternas piedras ya modeladas con el futuro ya olvidado, ya que el pasado ha sido como un puente repleto de pájaros y sin quitamiedos, que destapó todos sus recuerdos.

Caminaba por el paso de la Calera, sintiendo el crujir entre las aguas de su río de las ramas de dorados espinos  que son devoradas por las llamas, elevándose sus llamaradas al azul cielo de la tarde y sin capote que las detuviese.

Las orillas de la vida dejaban al descubierto los primeros brotes verdes de su primavera y los arroyos presumían de su agua que regaba con su líquido imperioso los sembrados donde los pájaros revoloteaban comenzando sus cánticos; buscando su pitanza por los canales que el arado formaba. Y los nidos brotaban de cualquier lugar para dar la bienvenida a sus nuevos habitantes nacidos de sus nidos que adornaban cual chozas.

Los niños correteaban por los prados esperando el encuentro soñado donde la naturaleza cometiera el milagro de iniciación en sus campos: los brotes de espigas para mitigar el hambre de nuestras vidas. 

Río de la Miel. El Cobre

Mientras los chiquillos observábamos ese milagro de la Naturaleza que, sin esfuerzo, nos regalaba el sustento con la caricia del viento y del agua... y las manos de los seres que nos amaban en los tiempos donde se respiraba respeto y amor, mientras las hoces y guadañas cortaban las mieses de su harina blanca.  

El sol saltaba del mar con la furia que quemaba nuestra piel, y nos daba su sed, y el calor que la tierra necesitaba. Y te aferrabas a él por su eterna claridad antes de trasponer por las lomas de su morada.

 

La noche se imponía, y las sombras se aferraban a nuestros movimientos. Y los vientos del poniente y levante soplaban, y hacían silbar  las ventanas y puertas. Mientras, el grupo de familias se aposentaba alrededor de la lumbre y se contaban los hechos que a cada uno le había acaecido en el trayecto de la jornada.

La mañana te despierta con los cánticos de los gallos y el cacareo de sus gallinas mientras revolotean los pájaros y los pavos se desfogan, y llamas a tu perro que siempre raspa con sus uñas la puerta de la estancia.

El Cobre. Algeciras


Pero llegó el temible suspiro de alarma: hoy no suenan sus ladridos, ni en la puerta raspan sus uñas, ni ese día ni muchos más...  Pasaron meses y fue dado por perdido. Llegó el olvido.

Llega el deseado verano y ya comenzamos a caminar por los campos recogiendo los cereales: esas espigas de trigo que tanto valor tienen en las familias; vainas de garbanzos cuyas matas se arrancaban para gavillar...

Acarreo de la recolección en pleno verano y la luna alumbrándonos en las noches junto a las estrellas. Caminando detrás de las bestias cargadas de mieses por las veredas estrechas y los vados de los ríos hasta la era.

Y revoloteaba de nuevo la luz en la madrugada por el Estrecho entre dos continentes, y las golondrinas y  los gorriones revoloteaban buscando su pitanza. Y las bestias se alineaban para sus labores mientras el viento soplaba perezosamente levantando las menudas espigas cortadas por las cuchillas del trillo, y pisoteadas por los cascos de las poderosas patas de las bestias en su circular continuo, cual circulo vicioso para así separar la paja del trigo. 

Garganta del Capitán. Los Barrios

Silencio y cansancio en los rostros aún airosos que se perfilan en la tarde anochecida. Calor en sus miradas, que se funden entre sus voces al entrar en el ‘chozón’ que les protege del calor y el viento, construido de maderas, cañas y helechos, donde degustan con avidez el agua y los alimentos que les bajan desde el lindero de la sierra a la explanada rozando el río. Y surgen palabras de recuerdos. Historias de guerras pasadas, llamadas al miedo, y cautela en la distancia, ya que los oídos se pueden escurrir hasta las humildes chozas.

Son hermanos e hijos y sobrinos y nietos los que han dejado el sudor entre la parva, y ahora reponen degustando estos sencillos alimentos. Y nos quedan esos tesoros, en forma de recuerdos que brillan cada día en la explanada, acariciados por su río de la Miel, de agua clara, donde se bañan a saltos las ranas y cimbrean las serpientes de agua y los rapaces que les acompañamos.

 La tarde se extinguió. Y los últimos vestigios del sol  se dejaban querer tímidamente por los picos de la sierra. Y los niños, descalzos, subíamos la cuesta detrás de los caballos y mulos y burros de carga. Entre bocas que reclamaban descanso. Se aglutinaban manos y cuerpos alrededor de los cántaros de agua y los zagalillos recorrían los aledaños de las chozas esperando su turno, aunque lo más fuerte de su cuerpo lo dejaron en las aguas de su río, el que les calmara del calor, y sudor, y cansancio en sus baños. 

Rio de la Miel. La chorrera

Acurrucado, hoy, me encuentro y solitario percibiendo el soplo limpio del aire, muy suave, del pasado junto a los gritos… nuestros gritos los que fervorosos y desde antaño, siguen fluyendo cual manantial por nuestros brazos, y manos, y dedos que se aferran al papel y a la tinta recordando a los nuestros entre el presente y el pasado. Tesoro sin diluir o saco sin fondo…,Zurrón aireado, y limpio; renovado, y sin amortizar tras el tiempo opaco degustado.

Hoy, angustiado quedó su pasado, entre olas de un mar estrechado y embravecido donde su bañaba su cuerpo; agradecido en su calma, con sus sentidos de nuevo alborotados que se abrazan al amor sosegado que palmea desde su corazón, dejando al descubierto lo vivido e ilustrado.  

Mientras la luna no reconoce otra labor que no sea salir todas las tardes, cuando el sol le indica, en su silencio, que su turno de vida le ha llegado. Y se explaya. Y nos ofrece ese amor y ese sueño tan deseado mientras, en la Bahía, se funde con el mar enamorado de su figura dejando su brillo  y abrazándose con los cánticos y sonidos de sus olas como dos enamorados. Y la contemplo y la degusto. Y su sombra es su amor eterno y se deja contemplar y degustar, ya que su amor es una cadena humana donde nos sujetamos para sortear los envites del odio y la tristeza...

Sierra de El Cobre

La noche y su guardián siempre estarán aunque las nubes los oculten. Ella  nos manda su amor y nos grita con su fuerza que es amor lo que necesitamos para soportar las olas del terror humano. Y la llamamos, y le pedimos que no nos deje solos, ya que en la tierra, es la mejor compañera desde que nacemos hasta el final de nuestros días. Y  las estrellas la acompañan, y nos da el soporte de nuestro destino desde el nacer…  Ella se acurruca en el cosmos dejando los deseos de los humanos preñados de ilusiones que se evaporan, aparcadas en sus dominios y solo nos queda gritar a todo pulmón, escarbando en el aire, dejando que fluya de nuestra garganta,  aunque solo nos conteste la agonía,  regresando su eco que nadie recibe  y en su sueños, adormece y bosteza enclaustrado. Pero hoy se aposenta entre las voces del pentagrama solitario esa voz atormentada del cantor, de  la que brotan cantos de amores pasados cuando la luna se oscurece al cambiar su ciclo natural obligada por la naturaleza. Pero los murmullos de su memoria, suavemente penetran entre sus dedos depositando pacíficos deseos desde la mar. Y sus deseos son los que aun débilmente guardan un  silencio que su mente les impone, dejando siempre un resquicio de puerta abierta antes de su desaparición.

Chorrosquina finca. El Cobre

 Y grita mi corazón alzando la voz de sus  deseos llamando al mundo y a ese amor que tanto puede, y debe cambiarlo todo. Quizás mi llanto sea una voz en el desierto, una plegaria que mi alma levanta desde su charca donde aún place mi cuerpo entre sus aguas.

¡Dejadnos soñar! Y que el viento nos despeje los sentimientos  que llevamos dentro de un corazón ya torpe en sus quehaceres diarios,  y que la espuma de la ola se acerque a las orillas de su cuerpo, dejando instalada a su sombra, desde el perfil de su antigua figura encorsetada  que quizás, aún oscura,  se atrinchere en nuestro cuerpo ya enfermo de años y miserias.

Mientras la luna, bien pertrechada de años,  se ciñe al firmamento dejando que su sombra se apropie de ella, entre las aguas del océano, y su cuerpo se balancee, sin pausa, envuelto en el oleaje que su corazón le ofrece. Que enfundado en nuestro cuerpo, no deja de palpitar sin pausa su servible intimidad para que limpie la sangre  que circula por las arterias de su anatomía. Y,  por todo ello, canto jubiloso;  y saltan de alegría mis desdichas, entre pisadas que el campo aun me ofrece, por las que dejó el rastro cual doncella, mi amada,  y a veces compañera verde de mi existencia,  porque cuando regreso al cemento y baldosas y adoquines,  mi mente se duele y se transforma. 

Paco de Lucia. Algeciras

La fiel tierra se oscurece pero las estrellas le nutren de esa luz que nos encandila mientras la oscuridad de la noche se hace más bella y sublime cuando abrimos nuestra ventana al país de los sueños.

El viento de la noche se hace suficiente, y se deslizan mis pestañas para atraparlo, y su flujo se acomoda entre sus ojos, y las hojas de los árboles revelan sosiego. Vuelven los recuerdos añorando el beso de una madre, la sonrisa de un padre,  y la sonrisa bisbisada de su abuela que tanto nos amaba. Mientras un niño trasteaba, afanado realizando castillos y montañas donde los ríos recorrían la estancia dejando bíblicas metáforas, desde su amor incalculable desde su nacimiento,  ya liberado de esa tortura… De esa miseria y de ese flujo de maldad que, como una serpiente, se había enroscado en su mente en forma de ideas dañinas, las que rumió su conciencia y dejaron  su cuerpo al precipicio, donde le esperaban las fieras inhumanas.

 

Los pájaros negros empaparon sus neuronas, las de un niño repleto de vida y sueños para desbaratar esa verdad desconocida… Esa sustancia que paso de largo en su vida, con la que convivió en su edad primera y que, a golpes duros y entre tropiezos y zancadillas, apreció al salir de su escondite rompiendo los grilletes, y las rejas de su libertad para enfrentarse a lo desconocido batiéndose en el laberinto de su cuerpo. Forjándose y despertándose a tomar el rumbo de su nacimiento, caminando de nuevo por la vida que le arrebataron, entre vibrantes sonidos que le incitaban a no volver a caminar por antiguos caminos.

Desde su nuevo hábitat, busco su nuevo destino entre cánticos de pájaros y el vaivén de las espigas de trigo que se inclinaban a su paso, forzadas por los vientos de su renovación.

El Cobre. Algeciras

Él camina entre cánticos serenos por los caminos y plazas… Son los poetas que sueñan con sus nuevas estrofas:  sus cánticos de libertad que penetran hasta mis oídos . Y me hago cómplice, y me hago su seguidor. Y el dulce aliento de sus letras penetra, sin peaje, hasta la profundidad de su cuerpo de tierra enzarzado entre espinas. Pero sigo siendo ese Yo que antes fui aunque los suspiros recorran mis sentidos, hoy atrapados por el amor que se hizo fuerte entre ellos… Quizá castillo con murallas desde donde se percibe con claridad la calmada mar de los sentidos al reflejo de los rayos de sol matutino marcando en mi rostro, quizás caluroso, el sonido desconocido que buscaba mi interior. Por qué las señales de mi nuevo vivir  destellan dentro de mí ser; dejaron la oscuridad y serán capaces de depositar mis pasos en alguna vaguada, desprovisto ya de la nada, con solo las palabras que brotan de mis dedos impulsados por la fuerza de la razón de su propio corazón.

El Cobre. Algeciras

Quizás sean sus últimos garabatos los que, al elevar sus dedos, desciendan con furia sobre su teclado. Y sus sueños, ya añejos, se pierdan entre susurros de caballero andante, cabalgando con fuerza por las olas de su mar. Mientras, de la arena de su aliento, nacerán nuevas huellas, pisadas certeras que, húmedas, dejaran sus miserias entre prisas y galopes de caballo. Y sus relinchos enmudecerán viendo a ese niño que huye de su propia realidad, ya que la noche nochera lo envuelve entre la blanca neblina con palabras de muerte y renglones de vida, al compás de los latidos; los propios latidos de su corazón escuchando al juglar con sus versos y estrofas… Con sus cánticos y melodías que se deslizan con fuerza ansiando penetrar, como un susurro, entre lo inusual del vértigo que como una serpiente se introduce en el pensamiento dejando sin aliento, su perfil de humano hasta la eternidad.

Antonio Molina Medina

17.07.20

SUS PASOS POR SINOVAS

 

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero 

Un manto verde se extiende por los viñedos de la Pedanía mientras sus lentos y perezosos pasos caminan dejando su huella por el agua que de improviso azota su cuerpo. Una ligera sonrisa florece de su rostro contemplando esos caminos de bestias y carros, y hoy de tractores, que se dispersan por la mente al divisarlos.

 

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

Al azar, coge unos de tantos, y le toca caminar por los pinares que bordean los viñedos, divisando la riqueza que se esparcen por ellos. Hoy, poblados los terrones por sus cepas sedientas de tallos, desnudas al viento y al agua que las limpia y alimenta  sus raíces para la próxima cosecha. Él se pierde entre los bosques de pinos sorteando las zarzas, y el agua se cuela entre su ropaje.

 

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

Se endurece el viento y cesa la lluvia que se deja mecer por el leve murmullo del viento mientras los claros que las nubes ofrece, deja aparecer los rayos de luz entre los viñedos que de improviso se le aparecen. Y sus ojos se posan incansables sobre los surcos añosos que, a su vista entre parpadeos, azuzan sus pasos. Los cálidos troncos de cepas antiguas, ya pacíficas y somnolientas, se van despertando mientras sus raíces se adhieren con firmeza a su propia tierra.  

 

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

Hoy sus pasos ausentes de tan privilegiados momentos se abren en canal buscando los mejores instantes en su soledad. Mientras, los barcos cargados de almas contemplan orgullosos los surcos que las cuchillas de los tractores dejan al descubierto el corazón de miradas antiguas, repletas de recuerdos que, cautelosas, se pasean por su plaza, su iglesia y sus calzadas, donde se precipitan pisadas antiguas, acudiendo a la fuente de agua clara…Presumiendo de ella y de su casta: la de los que un día soñaron con esta realidad.

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

LA SOMBRA

Las sombras se disipan.

El papel las impregna.

Sus voces se absorben, se alteran.

Se alborota su cuerpo.

La Luna se ríe, de risa lunera.

Con tanto, incesante silencio,

explotó su ceguera.


Antonio Molina Medina

28.04.20

POR LAS CALLES DE ACERO

 

Río de la Miel. Canuto Hondo Parque de los Alcornocales. El Cobre

Montar… subir sin prisa en el tren de los deseos,

con el poder de los sentidos. Los que todos poseemos. 

Y algunos son tan poderosos que nos hacen desnudarnos

ante lo ingrato y lo sublime que posee nuestro cuerpo.

Luce hoy la ‘pandemia’ ante mis ojos, y relucen los cantos

de sirena y los gnomos se dejan caer de entre mis sentidos,

que, sin alaridos, se posan entre mis labios para dejarlos resbalar  

hasta las yemas de mis dedos sedientas de asumir esos caldos nítidos

y sublimes de unos pensamientos que son fruto de un mar abierto; que 

galopa  hoy  en sus olas por los confines de mi cuerpo.

La primavera desordena aun mi entidad y me deja disponible,

cual injerto colocado entre las veredas, pobladas hoy de metáforas y

de sonrisa aguada,  mirando como pasa ese tren que tú me filtras,

Mirándolo por la ventanilla, entre raíles y limpiando mis ojos de carbonilla

... hoy muy antigua, que se posaba entre sus párpados aguados

de insensibilidades desconocidas; dejando caer sus gotas

por los arroyos de su rostro.

Antonio Molina Medina

05.05.20

SU CLARIDAD ENTRE SUS MURALLAS

 

Ciudad de Orduña -Bizkaia-

Está cayendo el día y la oscuridad se posa a nuestro entorno. Y los pájaros, sin prisa, se posan en sus nidos dejando la tarde placida y serena mientras los seres humanos cerramos las compuertas de nuestros hogares por el miedo a lo desconocido… 

Nos asusta el precipicio de las emociones, pero ya algunos nos dejamos llevar por la fantasía... Por los cánticos de los pájaros. Esas avecillas que, al resonar, nos despuntaran de nuevo esa noble hembra que se llama  "la mañana". Se suceden los apriscos y la ley del silencio nos deja un resquicio de esperanza ante la sensación de inutilidad que aflora en nuestra exégesis mundana.

Ciudad de Orduña -Bizkaia-


Las luces de la noble ciudad se posan en las ventanas y la Luna, luna lunera, flota como un serpentín dejándose caer por la tronera, despejada y alumbrada mi estancia, cuyo brillante paladar, inunda hoy mi alma.

Quizás sea una jaculatoria antigua (Como son, los murallas de la añeja Ciudad) de la que brotaron tantos sueños de los que hoy, compuestos y con nombre y con fantasías de antes y de ahora y de luego… salpicará los recovecos allá donde mi mente se halle. Y el corazón certero ya de insidias y al monerías, se siente fruto maduro. 

 

Ciudad de Orduña -Bizkaia-

Alma que mueve las nubes y descarga  su agua flotante, y sin mesura hasta el fondo de su alma que agita y se dulcifica entre palabras labradas, donde el acero del arado puso su adorno en la tierra, aflorando la materia que estaba escondida entre las sensaciones añejas capaces, hoy, de aflorar sin recato en un mundo endiabladamente inhumano.

Ciudd de Orduña -Bizkaia-


Antonio Molina Medina

08.05.20

SOLO CREO EN ELLA… PRIMAVERA

 

País Vasco

Con el tesoro de su esencia, me afianzo más en ella. 

Si, amada y querida Primavera, ya que al despertar penetra tu aroma por los cristales de mi ventana y me susurra que le abra a tu claridad, que ojeo tras otear tu esplendida fuerza que todo lo abarca e ilumina. 

Y me ofreces ese nuevo amanecer que place en mis sentidos que se alborotan con la fuerza de tu aliento, que todo lo traspasa, entonando ese aleluya que me aporta felicidad en compañía de los otros seres humanos… ya que el amigo y el hermano de ese becerro de oro o granero que llena su despensa entre las ideas y suplicas colma, respetuosamente, la calidad de vida que sustenta a todo el organigrama de mi autonomía.

 
País Vasco
Despejado y conciso, observo el verde de los campos junto a los árboles a cuyo verde ramaje le han lloviznado multitudes de hojas, verdeando el paisaje y, entre trinos o gorjeos, que calman mis oídos, de pájaros con sus cánticos que, plácidos, salpican de rama en rama la alegría de su amada: la eterna primavera, mientras sus ágiles picos limpian de ineptos, su ramaje.

 

Rio de la Miel. El Cobre. Algeciras

La colcha verde de la pradera reposa en los campos…, pasturajes intensos destapan su mirar, abriendo su mente que, inconsciente, se perpetua desde su nacimiento. Cuyos sentidos aun reposan entre las neuronas de su procedencia y respiran y jadean, orgullosos y placidos, para apropiarse del conductor milagroso que la sabana repleta de animales nos ofrece... Entre pisadas por arena y guijos, camina dejando su huella el juglar con su lira que, entroncada entre sus manos, solo piensa en los aluviones de letras que zarandean su cerebro ya repleto de palabras y de versos, buscando con ansia ese verso, esa estrofa.... Ese poema o relato que haga palpitar a ese corazón que se apropió de su libertad para ponerla, sin prudencia, entre los folios en blanco y plasmarlos de una vida repleta de sueños que se dejan aplacar en su andadura, cual cumulo de aciertos, ya que todo ser vivo y que respire esa Libertad que nos dieron al nacer y llevamos dentro de nuestra entrañas es un contagio para otro ser vivo; con el respeto debido a todos los sueños, ya que “el pensamiento es una materia en movimiento”

 


Del profundo reposo de la mente florece el amor, entre sus letras, y la pasión, ya olvidadiza, se aferra con sutileza a su entendimiento, ya que cada persona es sublime y sentida, en el espacio que se agita en libertad por los santuarios de su propia deidad.   

 

Y sales a la campiña buscando esa ligera brisa matinal... La que el bisbiseo del viento deposita en su rostro, y lo atrapa, y explora como agua límpida y sin clorar que le provoca una tupida sonrisa. Y se sacia de ella. Y de un manotazo apartas de tu rostro moscas y avispas, ineptos que te

 

Orduña. Bizkaia

incordian y laceran, para abrazarte con fuerza al bosque que percibes con ese frescor que la noche deja entre sus ojos… esos tallos fértiles donde brotarán, de nuevo, racimos de uvas entre las cepas fértiles del corazón que sigue sumido en esa vegetación que alimenta al cuerpo entre la selva de la esperanza que aún se cierne dentro del alma.

Pero los sueños aún siguen trepidantes desde su almohada, adocilados por toda la estructura de su anatomía y, a la vez, sorprendido de la reacción de los seres que le acompañan, ya que caminamos por órbitas diferentes, como las vías de los trenes... Casuchas de otra compostura... Calores de otra dimensión, ya que las doctrinas se posan en las mentes…

 

Rio de la Miel. El Cobre

Hoy, endurecido y libre de acometidas y sin sensibilidad, el cuerpo, acompaña al hermano que sufre, al amigo que nos desnuda buscando el alma,  y a mi propia exigencia que, aún agazapada, la espoleo y la estimulo… Excito su humanidad, hoy cargada de privilegios que de su mano caminan por los andares de su genética; hurgando en lo placido de su anatomía la que, insegura, replica entre desaires que no toleran los sentidos, y se revelan, y toman el timón de su barca, la que navega hoy… a mar abierto sin embates que la hagan zozobrar.

Mientras pones tu rumbo por los mares del tiempo, aflora ese zagalillo joven y atrevido que aun llevamos dentro; el que sin miedos antiguos se enfrenta a la furia de su tiempo, a los vencejos y cuervos, con la sonrisa en su rostro, dejándose llevar por la inquietud de lo desconocido. Y yo le doy la bienvenida por el atrevimiento de acompañarme hasta el final de mi éxodo. Porque siempre se encuentra vigilante. Y sentida es su compañía, como la de una madre la que dirigió con mimo y presteza sus primeros pasos por aquellas lejanas tierras…, quizás añejas e inseguras, ya que éramos aún fruto verde, o trigo sin espigas, o borona encapotada, donde se poblaban sus frutos con penacho en su encimera.

 

Sinovas. Aranda de Duero

Hoy fluyen de mis dedos animales mansos y recatados, capaces de hacer que me olvide de los que ya no sienten… De los que la naturaleza  ha traspasado al vacío de su mente; aparcados en su nada. Solo se observa lo desocupado del acantilado que se avecina imparable, cual animal que se despeña arrancando alaridos antes de su propia muerte. Y mi espíritu se alía con mis intransigencias, las de mis propios motines. De mi alma poblada de dudas que pasará por senderos entre zarzales y olivos, soportando las injerencias del hielo y el fuego, para que su propio cuerpo se aferre a lo vivido dejando que su sombra perdure en los sentidos.

Antonio Molina Medina

29.05.20