Pasa el tiempo. La vida sigue propiciándonos hermosos recuerdos.
Los niños corretean por la cocina al rededor de una mesa repleta de pertrechos: un poco de harina, cabello de ángel, agua para amasar, levadura y aceite de oliva, de los olivos del huerto de la finca de atrás.
Una sartén con aceite al fuego y se fríen, su cuerpo se hincha y se dora para saborear.
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Era nuestro tiempo. Nuestra Navidad. Eran otros
tiempos. Sencillos recuerdos donde las familias se inundaban de vida, de
sueños; con pocos enseres, pero compartiendo lo poco y lo mucho sin pestañear… Era
Navidad…
Soñadores de sueños, que nunca alcanzaron, pero la
sonrisa y sus corazones se paladeaban casi al respirar.
El cielo azulado. El rugido del viento. El frio de la
nieve y la vieja candela para secar sus lágrimas: Las que brotaban de sus ojos
ante la impotencia de su necesidad.
Hay viejos recuerdos… quizás volverán.
Hoy, ya nos falta el pan y a muchos…, un techo donde
cobijarse...
Antonio Molina
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