Con los ojos
entreabiertos paseaba por la Plaza Alta.
La campana de la
torre me recuerda
que el tiempo no
se detiene. Las palabras revolotean
por mi cabeza
tropezando unas con otras.
Contemplo los
bancos de piedra,
de ellos
resaltan figuras añejas. Veo a Don Quijote
montado en
corcel, y su Dulcinea se ríe con él...
El intrépido
Sancho montado en su Rocino,
con su panza al
viento, mientras los cañor de agua
de las bocas de
sus ranas dan de beber a las bestias,
que en riata se
acumulas de los cortijos y sierras.
Las sombras de
la noche se esparcen por la plaza.
Me sonrió y
caminó buscando la choza.
El catre de
hierro y colchón de paja,
que mi cuerpo se
posa de un tiempo cercano…
Por el estrecho,
resurge el viento
entre el
Poniente y Levante,
embestido por
sus olas.
Antonio Molina
Medina
Qué lugar más acogedor y tranquilo, qué rincón más bello que, junto con tus versos, lo hacen más lindo todavía.
ResponderEliminarUn beso.