Después de unos pocos días en el
SUR en compañía de mi gente guapa, en los lugres de mi niñez, pude seguir
gozando y limpiando mi mente del laberinto de la ciudad que cada día se me hace
más pesada.
El sol trasponía por la sierra y,
sin pensarlo..., sin decir nada a nadie, me encamine río arriba por senderos escabrosos, buscando un
remanso de paz aún más evidente que la que me rodeaba. La buscaba a ella, y me
pareció más bella que nunca. Su golpe de agua me trasladaba a los años de mi
infancia cuando acompañaba a los cabreros por la sierra virgen, y mojaba mi
cuerpo en ella, en sus frías aguas. Fue una tarde mágica.
Cuando regresé y conté mi pequeña
hazaña..., me decían:
-¡Pero chiquillo...! ¿Y se te
hubiese pasado algo? Sin ayuda de nadie...
Yo sonreía... solo sonreía y de
mi interior solo fluían estas palabras:
- Que más quisiera yo que
quedarme a reposar para la eternidad con tan buena compañía, y mi cuerpo fuese
el alimento de los buitres que volaban por los lugares. Hermoso final de una vida
sirviendo de comida a los animales de la alta montaña.
Antonio Molina Medina
Qué agradable siempre es leerte aquí o desde cualquier lugar, siempre tus palabras, tu compañía, tu transparencia volando desde cualquier lugar, contando tus vivencias, o simplemente, latiendo desde tus emociones tan intensas, donde hay un corazón tan grande que solo sabe latir y vivir intensamente como lo haces, desde la misma vida y desde la poesía.
ResponderEliminarMi siempre amistad, mi compañía, mi felicitación, mi admiración, amigo mío y gran poeta.
Un beso.
Bueno, aunque le escribas a María yo, también me alegro de que hayas pasado tus vacaciones en contacto con la naturaleza, ahora supongo que vuelves lleno de esa energía que se absorbe del sol, lo de pasar a la vera del río suena bien en este caluroso verano.
ResponderEliminarUn abrazo a ti y a María.
Ambar