SEMILLA DE UN CABALLO BLANCO


Recordando a los que se fueron, en la figura de su nieta.


















-¿Tú dónde vas?
¡A verte!
-Y, ¿vienes solo?
¡No, acompañado!
-Entonces… ¡por qué estas solo!
-Cómo no estás con quien has venido.
No lo sé, ahora estoy aquí, contigo
-Pues…, pues, tú tienes que estar
con quien has venido.

Una niña chiquita, menuda
me pone en aprietos y mi cuerpo silba.
Retoma su pulso ya descontrolado.
Parece muñeca traviesa y cortés
De su pensamiento brota sensatez
Con mirada pícara
 se acerca A la reja
Se encarama en ella
Y me mira franca
Sonriente su cara
denotan Sus ojos
Limpieza alborada
El viejo caballo  la
contempla y calla
sutil jilguerillo,
de  pluma nacarada. 

Compuesto y sin armas
Seguí mi camino
De alfombra rosada
Mirando hacia atrás
Lágrimas redondas
Una niña chica
Con su desparpajo
Inundó su cara
Salpicando risas
en su alborada
me Supo atrapar
Confundió su alma
Ya que el corazón
detrás lo dejaba
Junto a pertenencias
Que en él habitaban

Un reguero  sangre
Camuflado en agua
Dejaba surgir
Arañas de  zarza.

         I

Chorrea mi corazón
Sobre la cúpula del monte
Buscando ciego y sin nombre
A seres que nos dejaron
que me agarraron la mano
Por las trochas de  verde agua
sus montes entre chaparros
Del rio de mis amores.
Antonio M. Medina

No hay comentarios:

Publicar un comentario