Huerta de San Vicente (Granada) |
Se escucha su voz en el viento.
Era un amanecer que la Vega acogía.
Su figura brillaba ante la eclosión del sol
que con sus manos mecía.
El astro con su aparición daba vida a la semilla.
El río bajaba brioso, las choperas se mecían
con movimientos de brisa que pájaros promovían.
Con libertad se agitaban, sus trinos nos envolvían.
Su voz percibí en los chopos. Las hojas lentas caían
con una ligera brisa que el viento su señal diluía.
Aire fresco el que maceraba mi cara. Su sonrisa te atrapaba.
Las facciones de su rostro no están tristes, son livianas.
No tiene miedo a la muerte. Ya no suena la campana.
Su vida la ha amortiguado. Nos ha devuelto su savia,
su plenitud y su sonrisa a quienes la añoramos,
la sentimos y vivimos. Su respirar y su sangre
ha marcado los destinos, por eso seguimos vivos.
Antonio M. Medina
...y tan vivo.
ResponderEliminarQué mejor forma de vivir y superar el tiempo que en la sintonía de quien le quiere y no se olvida y le agranda por los siglos de los siglos.
daniela