Era una tarde fría de
invierno.
En localidad diminutahabía un castillo de hielo,
sus torres eran de plata,
sus murallas hilos de oro
tan finos que al respirar
vibraban en su silencio
como los chopos lombardos
bañados por los arroyos
que se alimentan de ellos.
Una tarde se juntaron
dos mujeres de cuerpo entero,sus figuras relucían
con luz propia y mucho acierto.
Sus voces nos deslumbraron,
eran pequeños luceros,de sus cuerpos brotan llamas,
de sus bocas brotan cielos.
Rompen las olas del día.
La noche se hace de hielo.El corazón nos excita,
retumbando los cimientos.
Qué tarde, amigos, pasamos.
Qué tarde ellas nos dieron.Como caballos briosos
sus voces brotan del pecho
galopando entre luceros.
sus gentes recordarán
aquél momento tan bello,
maravillados del evento.
Briosos fueron sus versos.
Sabiduría les brotaban.Rellenando nuestros sueños
que calmaron nuestro anhelo.
Nos llevaron al Olimpo
rellenado nuestros cuerposde los sueños de la altura,
con los dioses, y entre sueños.
Antonio Molina Medina
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