Yo te he visto corretear por
el bosque
con tu cuerpo de niña
traviesa, menudo.
Yo te seguía y sonreías,
picara y segura
montada en el trillo. Tú con
tu mirada
sólo me mecías y yo sonreía.
Tumbada en la paja jugando en
el trigo
que se amontonaba yo ya te
miraba
yo ya te quería aun sin tu
nacer
sentía tus ojos aguando mi
sed.
Tú, eres el día, yo ya soy la
noche
yo, ya nada quiero ni nada
pretendo
me envuelve el océano, me
atrapa, me hiere
¡ay como me hiere su dolor de
abrasa!
Tu eres la tierra, brioso
jovial, serena
no quiero por nada poderte
dañar
tu imagen dorada querida
sirena.
Pero no me importa que todos
se enteren
que yo sólo busco un poco de
vida
de un viejo chaparro su hoja
caída
que se mece al aire sin
querer, parar.
Me atrapan tus brazos, me
encienden
la sagrada llama de fecunda
vida
de buena amistad y felicidad.
Que todos se enteren: con la
amistad
se ama, se quiere y duele
cuando
la amistad se inserta en
amor.
Antonio Molina
Imágen cedida por HACERÍA_JAZZ_CLUB
Qué bonito canto a la amistad, Antonio, qué manera de percibirse a uno mismo mirando al otro. Tener amigos con quien compartir la vida es un regalo precioso que debemos cultivar y cuidar.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Gracias Mari Carmen. Al final es lo único que merece la pena cultivar... La amistad que para mí, es la mejor familia que tengo que me da y me asegura el conocimiento del otro..., sin pedir nada a cambio.
ResponderEliminarbss