Soledad, así la
llaman por sus ojos y mirada. Fue el
ayer tan sabrosón que sus labios se dilatan. Sólo por sentir los tuyos su
cuerpo ya se le escapa y su voluntad de acero se derrite en su mirada. ¡Cómo la
quiero queriendo! ¡Cómo la ama su alma! Su corazón ni lo siente, ni le importa
dónde está, ya sabe que está muy cerquita de otro corazón que brama. Envuelto en la
luz de un candil se encuentra prisionero y en calma. Quererla, sólo quererla es
el oficio divino, así como correr por la
pradera detrás de ese bello cetro que tanto ansía su alma.
O1/04/16
Antonio Molina
Medina
Son sus ojos una mirada de primavera, sus labios una sonrisa sincera, su boca un vuelo de palabras...
ResponderEliminarUn beso.