JUAN FORRAJE

Lo conocí.
Era un campesino
de pelo canoso, pequeña estatura,
con andares firmes y un bigotillo;
de sonrisa franca y gestos genuinos,
de palabras claras y corazón de felino.
Y nos enamoró. Y nos hizo felices
cuando éramos chiquillos.
Nos alimentó con letras de libros
y pan de molinos.
Historias certeras de su intimidad
forjando vivencias de su buen andar.
Lo conocí, reí con él y lloré su muerte,
que no pude ver. Ni sentir los trinos 
de pájaros cantores que revoloteaban
por todo su cuerpo, mientras
la tierra cubría su sonrisa, que
fue su recuerdo.
Quemando nuestras heridas.
22/05/17

Antonio Molina Medina

2 comentarios:

  1. ¡Qué entrañable historia!...un lujo leer alimentarte de letras es una delicia, no me extraña ahora la maestría que posees con la pluma. Un fuerte abrazo!!

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  2. Porque hay recuerdos que perduran en el tiempo, no caducan, son perennes, se quedan en la retina del alma y en la cajita del corazón, mi querido amigo Antonio.

    Un deleite siempre es saborear tus letras e imágenes.

    Muchos besos y feliz comienzo de semana.

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