Crujen las
maderas.
Retumban las
tablas.
El suelo gime de
dolor.
Vuelan las
plegarias
Ella nos cantaba
coplas del alma.
Él era muy débil.
Nada sabía.
Una humilde
hormiga le enseñó la vida.
Cargada de costo
con fuerza tiraba de
la múltiple carga
que él no podía.
Él solo la miraba
y sonreía.
Guiñándole un ojo
siguió caminando
hasta su morada.
Su corazón latía,
y en sus contracciones
la fuerza fluía.
Ya… todo lo
podía.
09/08/13
Antonio Molina Medina
Ella era todo en ti la que tanto te amaba y te dio la vida, y aún sigue en tu corazón y en tus letras que tienen vida.
ResponderEliminarUn placer leerte, mi querido amigo.
Besos y feliz tarde.
Quizás no este al tanto pero después de leer a Seneca he vuelto a mi pasado del que aun sigue sentido a mi lado.
EliminarUn besote campeona.
Madre no hay más que una...bellas letras como siempre un placer disfrutar de ellas. Mi abrazo!!
ResponderEliminarTardio pero sentido son mis plegarias las que no estaban ocultas solo... solitarias.
EliminarMuchas gracias un abrazo.
Madre una y nada más.
ResponderEliminarTira de sus hijos y del padre de sus hijos hasta que queda satifecha de que no les falta de nada.
Un abrazo.
Ambar