ENTRE VEREDAS ANTIGUAS HOY CAMINABA SU ALMA


La casualidad dio que los pasos de Juan subieran por el sendero en dirección al ventorrillo antes de llegar a su destino. Era lugar de paso y de descanso y aprovisionamiento para los viajeros que se dirigían a la ciudad, como único paso (desfiladero) de difícil acceso, con una única y estrecha vereda, de ahí, la necesidad del descanso de viajeros y bestias, muchas veces pertrechadas con cargas a veces superior a sus fuerzas, donde los animales caían reventados por el excesivo esfuerzo a que se les sometía.
Juan se apeó de su montura, dejando caer su pierna derecha mientras la otra seguía metida en el sostén o, estribo que la sujetaba, para lentamente posar su cuerpo y con la brida en su mano dio una lazada en el redondo tronco  colocado a la entrada del ventorrillo. Quitando con un trapo el sudor del animal y acariciando su frente aflojando el correaje del bocado.
Juan sube los peldaños de madera y empuja con la mano la puerta que abanicando sus dos hojas se mece al pasar dirigiendo sus pasos al pequeño mostrador y pedir un vaso de vino, para su reseca garganta.
-Buenas tardes, Pepe.
-Que pasa Juan  ¿cómo tú por aquí?, le saluda Pepe.
-Vengo de comprar una cosillas de Cádiz, le contesta Juan.
Juan se da la vuelta con el vaso al borde de sus labios ya húmedos al contacto del vino y se fija en una mujer que está taconeando en el pequeño tablado de la Venta ubicado a la parte izquierda de la barra del mostrador.
Juan se vuelve hacia el mostrador y dice:
¡Oye Pepe! ¿Y Clara la cantante? ¿Qué ha sido de ella?
-¡No recuerdo bien de quién me hablas! –le contesta.
-¡Si hombre! La cantante que parecía desde lejos un poco calva, aquella que siempre iba peinada de la misma manera.
-¡Sí! Ya recuerdo –afirma - Que decía la parroquia:
-¡Pepe! ¡Esta mujer siempre se peina de la misma manera!
-Si esa, -le afirma.
-¡Que ha sido de ella! –insistía Juan.
-Por aquí estuvo unos años. Era muy jovencita y ya se maleo. Este ambiente no era propicio para su juventud y las calamidades de esos años.
-La verdad es que era muy buena, cantaba muy bien, -repetía Juan.
-Oye, Pepe. ¿Por qué le pusieron la cantante calva? –le insiste Juan.
-No estoy seguro, lo que pasaba era que, su pelo era muy negro y ella muy morena y se confundía el pelo con el color de su piel, tan tostada tirando a negro.
-Juan tu sabes que lo del peinado esta mujer fue muy exigente formaba parte de su figura cuando salía a las tablas.
-Era muy hermosa y cantaba muy bien, -se expresaba Pepe.
-Anda que cuando se subía al tablado, menuda la que armaba, entre sus pies y la voz; con esos zapatos negros que brillaban en la penumbra del local, -se explaya Juan.
Quizás no pudo aguantar las puyas que le lanzaban los clientes, ya que muchas veces formaba la grande y la parroquia le pedían que se soltase el pelo y ella simple se negó. –Insiste Pepe.
-Pero la verdad, al final que fue de ella -le insiste Juan.
-Pues nada, que llego un hacendado con dinero y se encapricho de ella y de su forma de ser y de actuar y, poco a poco, la cameló y se la llevó a un tablado que tenía en la Ciudad.
Si sé que duro muy poco en ese lugar y, según me dijeron, algún  parroquiano que fue a verla cantar, cada día lo hacía mejor y más segura. Le pusieron un guitarrista muy apañado para ella sola.
Hasta que ella se cansó y quería ser alguien porque tenía mucho poderío y se despidió para marcharse a Madrid, donde dicen que triunfo. Es lo único que se de ella.
-Juan, entorna los ojos y apura su vaso de vino mientras gira su cuerpo y mirando al posadero le dice:
-Bueno Pepe, te dejo que todavía me queda un trecho hasta llegar a la casa que salí esta mañana temprano y casi se me hecha la noche encima.
-Vete con dios Juan  - le sonríe Pepe  mientras atiende a un cliente con una botella de vino en sus manos.
Juan sale lentamente del ventorrillo recoge el cuero que sujetaba a su corcel y acaricia la frente de su montura, introduciendo su pie izquierdo en el estribo, salta cómodamente sobre su montura azuzando suavemente los costados del animal con sus espuelas, se deja llevar al trote de su caballo, por la cuesta en dirección a la ciudad que reside los suyos con  la compra que les trae de Cádiz.
Mientras la luz se disipa lentamente sobre el valle y las sombras pausadamente va cubriendo suavemente los sembrados y las orillas de su río por donde sus ojos dejan mecer la vista apropiándose del paisaje que adorna la estructura de sus campos junto a los trinos de pájaros olvidadizos que se despiden de la cañada por la que transita. Silbando y con sonrisa de oreja a oreja, Juan desprende su corcel por las lomas de la sierra para encontrase en la vereda con las aguas limpias y cristalinas, que, hasta su caballo se detiene para saciar su sed, de la travesía acumulada en sus costillas.  

"Esta noche más que nunca"
necesitaba tus besos.
Y no solo son tus besos,
sino también tus caricias,
las que provienen de tus dedos,
de tu boca de tu aliento...
del fondo de 'to' tu ser
cargadito de recuerdos, los que
aligeran mi alma de los malos
pensamientos. Pensamientos que
almaceno aun... desde el nacimiento.
Antonio Molina Medina
22/12/16

1 comentario:

  1. Siempre es un placer leerte, mi querido amigo, y qué bonitas las imágenes, consigues que viaje hasta esos lugares tan mágicos entre aguas cristalinas y campos verdes.

    La poesía me ha encantado, mi admirado poeta.

    Besos enormes y feliz tarde.

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