Majal-Alto-Chorrosquina-El Cobre-Algeciras
Aun recuerdo a mi padre
sentado en el barbecho,
con su mirada oteando
las aguas del estrecho.
Con su folio en blanco,
pintando paisajes los
que su sonrisa percibía:
El peñón de Gibraltar
y los barcos en la Bahía.
Las cálidas tierras de
otro continente,
con la nuestra confundía
a pesar de los barcos en su Bahía.
Su figura erguida y reluciente.
Sus ojos azules como el mar.
Y su corazón tierno y sin rencor
Transmitía felicidad.
Recogiendo sus humildes pertrechos,
caminaba a la huerta la Reina,
vadeando el río de la Miel
para subir la cuesta,
hasta el cortijo Majal-Alto
donde los suyos sentían su presencia.
Su silbido nos ponía sobre aviso junto a
la luz que transmitía su cuerpo
cuando
recorría avanzando por la sierra.
Y sus ojos melosos de limpia mirada,
siempre oteando incansable la sierra
en los años del dolor y la ira
acuartelada..
Eran años de penurias, sin prisas
donde el hombre era dueño de la nada ya
que,
ni las puertas se cerraban de noche
porque no había nada que nos quitaran.
Recogiendo las espigas del trigo.
Rebuscando los granos dorados.
Complemento de los seres humanos.
Los que: con dos piedras fornidas,
movidas por la fuerza que impulsan
en se caída sus aguas atrapaban
los granos entre ellas
en las noches de luna lunera
que era cuando acudían a moles
las semillas,
que a escondidas,
traían nuestra harina. Para hornear
las teleras divinas, que a escondidas
se cocían en los hornos y chozas de
paja..,
Vigilando los alrededores de sus casas.
Antonio Molina Medina
08.01.23
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