DESDE LAS BARANDAS VUELVE LA AMNESIA

 

Cañada Rosal-Sevilla-Andalucía

Según Shelly: “un hombre no puede decir: voy a componer poesía” y él mismo añadía: “poesía es la expresión de los mejores y más felices momentos de los más felices y mejores espíritus”

 

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DESDE LAS BARANDAS VUELVE LA AMNESIA

El guía los conducía por el caluroso desierto ya disecado, mientras la expedición de arqueólogos humanos seguía en silencio soportando el calor de las palabras que se dejaban oír de mentes alocadas e insidiosas. A lo lejos, seguía el impopular río cuyo ruido sonaba recorriendo el mapa que se difuminaba entre las manos, que manoseaban todo lo construido… Llegaron al filo de la montaña donde se percibían las hondonadas que surtían de las metáforas que, inclinadas, atraían nuestros pasos para contemplar la tumba del rey de las mentiras manchadas de palabras de rencor incandescente.

 

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Él se descolgó por el filo de la sima, buscando el frescor reconocido de su antigüedad ya caducada. Mientras, caminaba por el corredor o pasadizo protegido del astro sol, cuya esfinge fortalecía la brisa esmerada y construida entre las galerías que su alma necesitaba, dejando tras él los portadores cargados de equipajes y de tiendas de campaña.

 

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Según lo anotado en el mapa o testamento relatado, solo nos faltaba dar con la entrada que daba acceso a la tumba negligente de las palabras labradas en la antigüedad, aún inaccesibles, donde la libertad estaba aún atrapada con las cadenas de la nada.

 

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La puerta fue encontrada custodiada por frases soeces y palabros despeñados de voces rudas y sin fábulas, para encontrarnos con un circo donde las galerías eran compartimentos de hoces y ascuas que portaban seres ebrios envueltos en sangre derramada. Las voces aventaban el pavimento. Y, de los sillones de barro, y de espadas, de donde surgían las voces pidiendo la sangre de los que no cumplían los preceptos de las ondas de los infiernos, plagadas de miseria y de rastrojos sin miramiento.

Una placa de letras curtidas y sedientas de libertad despejaba el subsuelo con gritos de ¡basta! Palabras labradas en gargantas de súplica y mentes despejadas.

 

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Por más que se estrujaron la cabeza, los pensamientos no se labraban, ya que la sangre, el odio y las mentiras compartían los pensamientos que los oprimían. El enigma se diluía mientras los voceros, desde los pedestales de la vergüenza, ladraban las penas de muerte para las arrugadas tinieblas a las que nos mandaban.

 

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Enclaustradas palabras, las que leíamos de los pergaminos de la era renacida. El enigma continuaba y, de su pergamino, eran indescifrables las toscas frases que solo ellos las sabían entender a pesar de la limpieza del contenido de su lectura ya no nos decía nada…La nada estaba preñada de sangre que se derramaba entre gritos y plegarias; mientras los caminos o senderos del alma escapaban sin tregua, incluso en manadas.

Pasó un nuevo día y nada sucedía, solo caimanes, cangrejos y arañas poblaron las sendas por donde ellos pisaban. Su rastro fue insistente, cada vez con más saña, el becerro de oro tiraba con fuerza y a su sombra se inmolaban.

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Mientras desde las tribunas robadas al pueblo, sin pena ni gloria con consignas de mención a sangre y de la nada, que les brotaba desde sus rostros. Rejones de muerte los que nos decían, los que solo rugían desde la gruta de su propia nada.

Señores: desde esta letrina os llamo a la calma. Justicia de muerte, peña desbocada, el infierno brama ya que el manuscrito es ley que nos salva y nuestros antepasados nos darán la calma… Sigamos buscando, aunque solo las balas sean las que nos apoyen en esta batalla; usemos la cal, el fuego y las brasas, dejando los campos podridos en su escarcha.

 

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Un silencio aplastante los envolvía. De pronto, solo carcajadas entre aplausos y jaculatorias se alzaban de sus almas, Sus bocas se aprietan y, de sus ojos, la llama se incoó, incluso la sonrisa se apoderaba de sus expresiones… Salieron dispuestos a adorar a su dios: el becerro de oro… dejando que los sueños queden colmados en su propia sombra e inmolados en la sangre derramada, sin pena ni gloria; el barco partía a ninguna parte y no se sostenía ante la mar bravía cubierta de olas y arena vertida.

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Antonio Molina Medina

07.12.24  

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