Que tristeza que las raíces de tu amor
no brotaran lacerándome cuando fuiste niña.
Cuando tu corazón se formaba palpitando
con furia por ensanchar tu pecho.
El destino a veces es caprichoso
para unir sin fisuras a los seres vivos
si hubiese aparecido en otro tiempo
sintiendo este amor que no he vivido.
Sabiendo que las rosas son bellas, pero con espinas
junto a las amapolas, margaritas… y los olores
que me incitan, los que surgen de la fuente del
querer y que manan de la furia de tu vida.
Solo te diré que con rozar tu juventud primera
has abierto una herida por la que me he podido
introducir profundizando en mi corazón
para que desaparezcan sus fisuras.
Te doy las ¡Gracias!, por tu compañía
tu sobriedad y tu dulzura, que no quiero ni podré
olvidar nunca, mujer de corazón pequeño
que late con furia, en cuerpo de roble y encina.
Antonio M. Medina
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