Romilla, (Chauchina- Granada)1966
A través del tiempo transcurrido los individuos se recogen, se aglutinan para sentir el calos de sus cuerpos en su desconsuelo de familias rotas, esparcidas, pisando otros suelos, otras latitudes otros hemisferios.
Llegaban los años, pisando los cuerpos, brillaban las botas, crujían los cueros obligados a vivir, a subsistir, en su propio destierro, pero les unía lo humano que brotaba de ellos. Conglomerado de familias que soñaban juntas en días señalados, pensando en los suyos, luchando por ellos. Reían, lloraban, amaban en silencio todo era ternura en sus pensamientos, su humanismo, se les sentía por dentro.
Despedían el año como un solo cuerpo. Se juntaban todos alrededor del viento les limpiaba, de impureza y cieno soplo diluido al paso del tiempo. Generaciones nuevas. Otros sentimientos. Embrutecidos ya no piensan por ellos. Quedan en olvido aquellos años duros. Aquellos años tiernos, desdichas, miserias, tiranía impuesta y el hambre en el cuerpo. Hambre de saber. Hambre de reír. Hambre de llorar, por no poder hacer, los sueños realidad.
Navidades últimas, como una quimera, de seres olvidados, de cualquier manera. Mesas suculentas de seres que querían, que te hacían querer, que te mantenían fuera de su tiempo, de preocupaciones, que te hacían reír, llorar y vivir y poder soñar, lo bueno de la vida gozando con ellos.
También te ofrecían, sabrosos manjares que en humilde mesa ellos te apostaban absortos veíamos sus manos mañosas ¡cómo moldeaban! ¡Cómo torneaban! Pestiños, rosquillas, tortas de maíz, la rica compota, la tierna batata, las papas asadas, algún que otro pollo…, humildes pescados se dejaban caer en mágicos días junto a los productos que el campo producía.
Pero en esas mesas también había risa, con sus chirigotas, canciones al niño y a su tierno mundo, a su roja sangre, a todo lo suyo, recordando la tierra, de la que procedían.
Dejaron su sangre, sus cuerpos sin tierra, sus vidas ya rotas llenas de miseria, la ilusión, el miedo, su propia existencia, buscando una vida un techo donde cobijarse y poblar la tierra. De ellos aprendimos, la ilusión el miedo también por lo que les hicieron el perdón. Amaron de veras, nos hicieron amar aunque sea a la fuerza un nuestro trasnochar.
Su entrega fue limpia, limpio nuestra corteza, nos limpio por dentro, nos marco las horas del viejo reloj que no se detiene, él es quien indica, que estamos de paso, que somos de tierra, junto a su ganado que obligados estamos a coger sus riendas para traspasarlo a la descendencia lo mismo que ellos con pocos recurso nos legaron, la vida ya hecha.
Estamos obligados, a mantener su sombra, a recordar sus vidas, a mantener haciendas las de la cultura, sueños y leyendas. Las hadas, los gnomos y seguir los sueños que ellos no alcanzaron, pero si lograron con mucha paciencia, eslabones de oro, que unen la cadena de nuestra existencia. Antonio Molina Medina
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Entrañable, las navidades de antes, los recuerdos, lo vivido.... me ha encantado y la foto magnífica.
ResponderEliminarUn abrazo
Despues de tus palabras no esta todo perdido con seres como su señoría. Gracias
ResponderEliminarun abrazo