Maquinaria del reloj de la iglesia de la plaza Alta, Algeciras
Desde la distancia y no desde el olvido, he contemplado la torre y el sonido de campanas que están marcando las doce.
Suenan vacías y huecas, su sonar es un lamento, están tocando a arrebato que brotan del corazón de un relojero angustiado.
Una vez más en el tiempo los bárbaros que en su día destruyeron la ciudad, por dos veces así lo hicieron, no están dormidos ni muertos, están siempre en el acecho.
La torre de mi reloj esta llorando por dentro. Mi relojero esta triste, su angustia yo la presiento..
La vida que simple es, que bien huelen los geranios sentado en la plaza Alta con el sonido real y el relojero mirando.
La obra está terminada, el sonido blande al viento por sus calles y tejados, los caminos de La Trocha, por los montes y los llanos.
Pero la angustia me corroe de lo poco que valemos, de lo poco que soñamos, y no tiene explicación que alguien trate de mancillar a los que nos devuelve nuestro legado, lo que algunos con nobleza nos reponen del pasado.
Su sombra vaga en la plaza, de su cuerpo brotan manos, manos encallecidas, las de un relojero mancillado. Antonio M. Medina |
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