En una torre de labranza
surgió briosa figura.Ella se quitaba con ardor
los cuatro paños del cuerpo
que va esparciendo en la estancia
mientras la gente la aclama.
Detrás de un teloncillo
unos ojos la observabanFederico y dos olivas la indagaban.
Su rostro iba cambiando.
Se le percibía en la cara.
Su boca aun entreabierta.
Se quedaba medio abierta.Se le movía la boca.
Sus labios se relamían.
Su sonrisa era de plata.
Vivió, el mejor de los
momentos
los dos en la misma salaseparados, de cortinas de oro
llenas de sangre adulada.
Él cabalgando en el tiempo.
Ella presente en la sala.Como corría la potrilla.
Con su vitalidad, como saltaba.
Sus brincos yo pretendía,
agarrarla para domarla,pero ella se escapaba,
de la libertad preñada.
Que noche amigos, que noche.
La que ellas nos brindaban.Montado en caballo tordo.
De bridas almidonadas.
Mientras en las aguas del río
sus caras se reflejabanjuguetona y sonriente
lavándose los dos estaban.
Ella se acercó hasta el río
creyéndolo que dormíaen el sueño de los justos,
pero se encontraba vivo
y, el corazón le latía.
Antonio Molina
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