ERA UN 28 DE FEBRERO DEL AÑO YA NO LE IMPORTA


En un fastuoso teatro pegadito a su río, brotó en Burgos el poderío de la eterna Andalucía.

 ¡Sí! ¡Chiquillo! Surgió del río.

Entre el espesor de la bruma manó de sus aguas puras el cantar de los cantares. Se introdujo por su puerta como gotas de rocío que impregnaban las paredes, los asientos, se sentía su escalofrío.

 Un fontanero atrevido se coló a reparar una avería por un aviso recibido. No salía de su asombro cuando subió al escenario. Al no encontrar la avería se enamoró de la gente y se atrevió a compartir el evento que surgía. Ocupando su papel de presentador aguerrido, nos deleitó con su arte envuelto en su mono fino.

Del escenario brotaban melodías y ‘jipios’. La madera de su patio crujía con los tacones,
vibraba con poderío cuando Heli y José taconeaban poniendo los cinco sentidos. Sus hechuras y su brisa nos inundaban por dentro, los colores de su enagua maceraban en el tiempo mientras Nacho, su guitarra y su voz se mezclaba con la brisa de otra garganta, la de Mari. Y Pablo introducía en nuestro interior las palmas y la percusión. 

 

Noche gitana. Noche con duende. Noche andaluza la que se siente. Brisa celeste inunda la noche, almas dolientes que en el escenario se presienten, acompañadas por las musas en su caminar.

 Qué grande la moza. Qué fuerza el zagal, su brío sobresale de cuerpos danzando. Vibran los corazones con el canto a Andalucía. Salpican lágrimas. Espuma briosa emerge de sus cuerpos, de voces con duende y dedos de huesos. En Burgos, en su Teatro Real, brotó pura mirra, la sal de la tierra, limpias esporas de vida nueva que pululaban por la sala diluyéndose en los corazones que la supieron atrapar.

 

Antonio Molina

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