En un fastuoso teatro pegadito
a su río, brotó en Burgos el poderío de la eterna Andalucía.
Entre el espesor de la bruma manó
de sus aguas puras el cantar de los cantares. Se introdujo por su puerta como
gotas de rocío que impregnaban las paredes, los asientos, se sentía su
escalofrío.
Del escenario brotaban
melodías y ‘jipios’. La madera de su patio crujía con los tacones,
vibraba con poderío cuando
Heli y José taconeaban poniendo los cinco sentidos. Sus hechuras y su brisa nos
inundaban por dentro, los colores de su enagua maceraban en el tiempo mientras
Nacho, su guitarra y su voz se mezclaba con la brisa de otra garganta, la de
Mari. Y Pablo introducía en nuestro interior las palmas y la percusión.
Noche gitana. Noche con
duende. Noche andaluza la que se siente. Brisa celeste inunda la noche, almas
dolientes que en el escenario se presienten, acompañadas por las musas en su
caminar.
Antonio Molina
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