Los gnomos brotan con ímpetu,
el aroma surca tras el viento
de la hierba recién cortada,
inhalando los perfumes de su cuerpo.
 
Blanca nieves asoma su cuerpo por la ventana
de la casa de madera instalada al borde de su río,
cuyo trepidante ruido resuena en mis oídos
resbalando su sonar junto a la briosa agua
 
que con furia se precipita por su cauce
ante mis ojos llenos de dudas, incrédulos,
confusos ante tanta belleza que perforan
del paisaje que me rodea y que embelesa.
 
Su figura brota entre la niebla provocando
sueños inusitados, inalcanzables pero bellos,
cuando su cuerpo aparece insertado en la ventana
de su casita de madera que ha brotado de la nada.
 
Resuenan sus pasos sobre la madera.
Relucen sus ojos del brillo que proyecta,
figura erguida, cuerpo reluciente que
su sombra te atrapa. Su corazón ruge
 
latiendo con fuerza, se mece en el tiempo
con su juventud primera, la que yo me encuentro
esparcida en el aire que brota de la hierba.
La tierra rugiendo, emerge tierra nueva.
 
Su olor me incita, me transmite vida,
la que ella provoca, respiro su aliento
de savia nueva, su aliento me quema,
la sustancia me alivia de tanta belleza.
 
Su cuerpo provoca sensaciones nuevas.
Sus ojos, dulzura, su voz me libera.
Su mirada firme, segura, me inquieta,
me lleva a otro mundo, al de mi adolescencia
 
Antonio Molina

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