Un sólo día de felicidad suple
una vida de tristeza.
Tómeselo usted como le plazca
y piensen sus neuronas
lo que ellas quieran.
A pesar de su soledad bien manifiesta,
en la Vega, entre cereales y chopos,
la felicidad se presenta.
Unos ojos le acompañan.
Su espíritu vuela que vuela.
El disco duro se apropia,
se introduce en su memoria.
Su corazón se solaza
para llenarse de grietas,
como la granada se abre las venas
dejando fluir su rojo brillante.
Su sangre se altera. Caldo reluciente
se filtra en la tierra.
Su anatomía caduco, aún lleno de fuerza,
deja escapar su cuerpo de gacela.
Granada placentera, lloran sus arroyos
y sus fuentes eternas que a sus ríos penetran,
al verde de sus campos
preñados de huertas.
Antonio
Molina Medina
Me gusta sentir a Federico a través de tus palabras :-)
ResponderEliminarBesos y abrazos
Muy precioso poema, Granadassss, aquí pocas se ven, nosotros las llamamos mangranas.
ResponderEliminarPreciosos estos versos que hoy nos regalas, homenaje a la huerta Granadina y al fruto, que apenas me es posible saborearlo en este pais.
Un gran abrazo amigo Antonio.
Ambar
Las fuentes, los campos, los arroyos, la memoria de la vida, y su eterna belleza, en este rincón en el que nos deleitas con tus versos, amigo Antonio, un placer leerte.
ResponderEliminarUn beso.