Hubo un tiempo que llovía
grumos de barro
que cubría su cuerpo.
Lentos eran sus pasos;
el barro acumulado
aminoraba sus pies,
ahogado en su respirar
inmerso de su legado.
Las rosas rojas muy rojas
se cruzaron a su paso
y él se aferro a sus tallos.
Broto la sangre en sus manos
que él cubrió con tiritas
masticando con la sangre
su orgulloso pasado.
Hoy lejano y conformado
mira el camino ya andado
y sonríe trasformado
dejando atrás sus miserias
que desprendió desde el suelo
de un cuerpo acomodado.
Antonio Molina Medina
Qué bonito tu poema, amigo antonio. La vida es un caminar, a veces, muy cuesta arriba, otras, cuesta abajo, y algunas veces, nos tenemos que detener porque no podemos continuar, y en esa parada, retomarmos oxígeno para respirar y abrazarnos a nuestros pensamientos para poder continuar el camino con más fuerza.
ResponderEliminarUn beso.
A veces las espinas, con el tiempo logran maravillas, como detenerse y volver la vista atrás y darse cuenta que el tiempo pasado es lo que ha hecho de nosotros lo que somos
ResponderEliminarOtro abrazo, Antonio
Precioso el examen que haces de la senda que nos toca caminar.
ResponderEliminarAntonio...siempre adelante, con barro, lluvia y penurias.
Un abrazo.
Ambar