Y su
pensamiento se devana entre caminos de brezo,
intentando
dar razones a la razón y consensuarla con la mente.
Ya que un
reguero de hormigas se placen en sus venas
sulfurosas
las que recorren su cuerpo, cual abrazo
sentido
tropieza con el granito de su cuerpo, hasta el
último
tabique de su estructura. Buscas razones en las que
el
subconsciente sea capaz de llegar a complacer a su mente.
Su mente,
que enarbola el amor en su bandera.
Principios
que mueven sus pasos, ante los acantilados por
los que
camina, camuflados en ella. Enamorada de sus
principios,
son los que mueven sus pasos, apaciguando
el dolor de
una sonrisa, capaces, de desmontar todo un universo.
Te relajas.
Sonríes. Miras de soslayo el celeste azul del cielo.
Observas
miles de estrellas las que nos iluminan
en el
silencio de la noche como una cascada del río que
mana de su
alma y te elevas con cualquiera de ellas buscando
un soplo de
aire que limpie tu rostro mientras tu cara se
embellece y
tiembla, deshaciendo las formas de su alma.
Los
cristales se precipitan con el viento doliéndole las
heridas aun
amortajadas; él las deja volar elevando
su cuerpo y,
ensoñando, se disputa el espacio que separan
tus versos,
acunando su mente y se integran acicalados
como dardos
vivientes, que brotando de sus heridas,
entre
contiendas de palabras que ingieren sus dedos,
ya sin
mordaza se desprende de los reos que devoró el agua.
El rescoldo
de la candela limpia su cuerpo disipando
las
sustancias que adormecía su mente, dejando fluir
la maldad de
su alma, que, incauta, desdecía sus sentidos
que caían de
su espíritu.
16/06/16
Antonio Molina Medina
Un gusto pasar y leer, Antonio.
ResponderEliminarSalud.
Julio G. Aloonso