En un altar de césped rodeado de montañas, con la mirada abarcando su
valle… “CARRANZA”.
Mientras las ramas de los árboles humeantes nos abrazaban y nos cobijaban,
la Luna, desde las alturas, hacía que el cielo tiritara de frío inundando sus
oídos de pétalos musitados por la magia de cuerdas de guitarra.
La noche, cual fiel amiga, nos arropaba. Sonreían las estrellas y sus rayos
destellaban nuestros rostros, desprendiendo palabras de nuestros labios que se
posaban entre las mesas de la noche. Entre montañas, luceros y la luna, la
noche serena nos envolvió y su tenue escarcha nos limpió el cuerpo de impurezas
y nos deleitó con su sombra cerca de las estrellas. Volamos por todo el valle y
las palabras eran de oro..., eran de plata... la luna se sonreía y yo
miraba su cara.
Entre mesas el duende Maika nos enfocaba... Su cara era de luces y con su
sonrisa nos alumbraba. Fecundada de estrellas la noche de Carranza nos
cobijaba.
14/09/13
Antonio Molina
Medina
Entre mesas el duende Maika nos enfocaba... Su cara era de luces y con su sonrisa nos alumbraba. Fecundada de estrellas la noche de Carranza nos cobijaba.
ResponderEliminarQue preciosidad de letras dedicas a ese bello lugar con duende.
Un abrazo.
Ambar
En esta entrada hay duendes y la magia de tus palabras, es maravillosa la belleza de este texto amigo mio.
ResponderEliminarMi admiración y un beso.