¿Qué queda de
aquél cuerpo maltrecho que dio vidas a un mundo sin cielo? Su cuerpo
destrozado, mutilado, acumulador fue de sueños rotos con el paso del tiempo; de
corazones que surcan por los mares sin destino ni tino pero plenos de vida aún
no consumida. Solitarios inciden en su propio destino, caluroso e inerte, que
se acumula en su vientre enraizado y celeste.
¿Dónde queda
el oro-prenda que protegía su vida, dando su parabién al compás de su brisa y
sus tristes vivencias? Lejana queda su silueta. De arrugas es su cara, de
silencio quedó su morada. Verde azul, triste y sonora será su conciencia. Frío
inerte. Puntuosa y sabia. Cual murmullo soluble cobijaba su sombra, donde nos
protegías del vendaval y las brozas.
Como ascuas
encendidas al calor de sus llamas aún calientan sus cenizas, donde todavía
brota el beso que con mimo nos dabas… mujer… hembra… madre… hermana…
05/10/17
Antonio Molina
Medina
Cuando la poesía se escribe en prosa los sentimientos afloran. Un magnifico panegírico el que hoy compartes. Un abrazo
ResponderEliminarHermoso homenaje a una madre escrito con pluma de oro y cariño auténtico, como no se puede escribir de otra manera, porque así es como bien la defines, una madre es todo en una.
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada tan entrañable, con tus palabras de amor y la imagen mi querido Antonio.
Un beso enorme.