Caminando por la pedanía de Sinovas (Aranda de Duero Castilla) |
Muchas
veces (o quizás los aires que sigo respirando de algunos lugares de mi
Andalucía) me tocan cuando se filtran y se acomodan en mis aposentos y me salta
el corazón que, aún, sigue sofocando incendios para seguir soñando con lo
nuestro. Con lo que me ilusiona, con lo que no me deja indiferente.
Un
buen día alguien se cuela por tu ventana y se hace real. Sonríes y aprietas los
dedos para deslizarlos junto a tus ojos por los senderos que se abren a sus
ventanas cargados de los surcos del arado romano que un día intentaba sujetar
con mis manos y que hoy son palabras de alguien que se dirige a nosotros y se
hace real.
Entras en sus páginas ¡ya en las primeras! algo muy dentro de mí se
puso en guardia, y me introdujo a través de un pisito en la siempre eterna
Sevilla, en su contenido, en todo su hábitat y me fue modelando, fértil tras su
arado, desplazando tierra al ir
penetrando sobre el sur donde me parieron. Me fusioné con su paisaje,
las palabras y lugares, algunas muy conocidas de mi propio origen, y otras descubiertas
con el personaje a través de sus páginas.
Gozando
de bonitos paseos por la ciudad. Mirando hasta la ropa de sus personajes que me
provocaba bocanadas de vida, incidiendo
en todas sus facetas.
La
lectura ha sido cómoda, con imágenes vistas entre la tinta que corría por esos
surcos, capaces de agilizar y hacer sentir, incluso, volver atrás para
apostillar lo leído. Puente de Triana, Torre del Oro, cerveza Alhambra…
encuentros con mendigos, que pica la curiosidad del lector buscando el final
hasta que desaparece…
“Somos
lo que comemos” (una gran verdad), frases que te susurran al leerlas y sientes
la sensación que ellas trasmiten. Una cascada de imágenes se vislumbra y caen
sobre el lector como agua manantial que brilla sobre los surcos de letras
incontroladas. La mente sonríe y se place; no intoxicada sino suavizada, y
sonríes por ello. Los sentidos se recrean. Los descansos son agradables para
reponer de aire nuevo la mente y los sentimientos que fluyen sin pausa en
nuestro intelecto y te implican en la búsqueda del curro tan necesario para el
personaje.
Ves su angustia que se apropia de mi conciencia ¡trabajo precario
como la vida misma!
Mientras
que las relaciones humanas se meditan y explayan en su contenido para dejarnos
ante el precipicio de mirar a la lejanía, buscando ese puente que enlace estas
hojas, surcos que necesitas para seguir emborrachándote con la tinta y
peripecias del personaje que lo han dejado en la claridad de la noche,
pensativo. Descansando para seguir con su arado abriendo más surcos para poder
sembrar...
10/03/17
Antonio
Molina Medina
Poder sembrar mi querido Toñín, para que otros recojan, dejando siempre en el surco de la vida lo mejor de nosotros mismos, para los que vayan llegando.
ResponderEliminarDon Miguel escribe, tú lees y compartes con todos nosotros.
Sigue adelante, con el cuerpo maltrecho y el alma plena de paz, del mismo modo ando yo, y estos días un poco peor, el intruso ha vuelto.
Un abrazo.
Ambar
Me maravilla el amor que tienen los españoles por su querido terruño
ResponderEliminarmaravillosas tus letras
Como así se labran las tierras así aras tú tus versos para pintar los mejores poemas nacidos de tu corazón.
ResponderEliminarUn placer siempre leerte, mi querido amigo Antonio.
Besos enormes con mi siempre admiración.
Donde leer es un placer disfrutar es lo que hay que hacer, la vida es una enseñanza constante que jamás tenemos que dejar pasar una buena lección. Mi abrazo y cariño.
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