Hoce un día esplendido.
El sol con sus chorritos de luz
nos azotan.
Las espadas protegen su cuerpo.
Entre la paja y el grano
levanta la vista, admira el paisaje.
Reposa su cuerpo entre yerba luisa
Y su voz le hablaba.
Ella silenciosa
cargaba su carga de trigo y cebada.
Su cuerpo fornido cimbrea
sus espaldas buscando cobijo
en la añeja cueva, donde se descarga.
Rebrota el invierno que a ella le acompaña.
Pero no se asusta: ni llora ni canta.
Camina impasible entre la maleza.
Le saluda al paso mi noble hormiguita.
Se mete en su nido, el granero en casa.
Antonio Molina Medina
14/06/13
El día se vuelve espléndido al compás de tus versos, amigo mío, y es que leerte es sentir el día iluminado, porque tus letras son vida y luz.
ResponderEliminarUn deleite disfrutar de tus entradas.
Besos.