HACE AÑOS…

Sinovas-Peniana Aranda de Duero

¡¡¡Mama mama!!! ¡¡Levántate, que las golondrinas quieren salir!!¡¡ Es que yo no puedo con la tranca de la puerta!!- le decía a su madre.
Ella se levantó mientras las golondrinas revolotean por la estancia... Aún la blanca ceniza rescoldada, se re-encendía con el aliento de su boca dando vida a las ascuas…  

-¡¡¡Mira que esta dura esta cerradura!!! -decía su madre abriendo una de las hojas- y, como una explosión de vida, salen al trote, con sus alas desplegadas volando por los aledaños del cortijo mientras un niño chiquito miraba asombrado sus piruetas. Se introdujo de nuevo en la cocina de la casa y sus antenas aprecian unos pequeños grititos, aleteos de diminutas crías que asoman por la paja del nido que todos los años se deja posar en una de las vigas del techo de madera, el que sujeta el tejado del cortijo.
A la sombra de la Mezquita de Córdoba. Andalucía
Los caminos y veredas se deslizan por la sierra y él camina buscando las chozas de su gente las que adornan sus laderas...

Y de nuevo el niño se instala en su hábitat, cuya sombra sigue muy cercana a la sierra y desliza la mirada, hoy quizás nueva, y eleva sus ojos que como dos focos, por encima de los chaparros buscan la antigua aldea. Y todo ha cambiado: Las viejas chozas de paja y piedras, de barro y cañas y helechos y sacos.
Y ves un chiquillo con pisadas de esparto, subiendo la cuesta con su flamante cántaro, repleto de agua de esa añeja fuente con su hierro de caño.

Dejando su cántaro, se aferra a una mano: la de su sueño amargo.

Hoy ¡cuánto ha cambiado! Ya no está su caño, ni el viejo chaparro, ni la piedra labrada donde bebían animales de paso. Ni la fiel alberca con piedras serenas donde se aposentaban rodillas y piernas de añejas mujeres… eran las lavanderas… con sus canastos y cubos llenos de harapos y sueños sagrados que no conseguían.

Orduña. Bizkaia
Todo se ha trasformado. La vida es tacaña, ya no se comparte ni el pan ni el arado, ni vientos alados que surcan por la sierra.

Ya que el vil metal y el becerro de oro todo lo acapara, ni el corazón que retumba ni canta. Y la guitarra duerme y enmudece el alma.
Todo lo entumece y lo degrada el hombre.
¿Acaso cree el hombre que todo le pertenece?
¿Que todo se compra y todo se posee?
¡Pobre sombra mía! que hoy por el Sol y luego por la Luna… ¡mi sombra es aún mía!
Pero no me pertenece… Es de la tierra, la que me pario en su día.
 
Entre cepas y sueños
"Quiero un beso tuyo"
A la orillita del río donde se crían sus aguas.
Una pequeña fuente que mis manos atrapara.
Una cadena de sonidos por los que se desliza
el agua, para beber y beberte, y sentir los
tañidos de ese corazón sincero que hoy sufre;
y sus sonidos me hieren en lo profundo
del río por donde circulan tus aguas.
21/08/18
Antonio Molina Medina

1 comentario:

  1. La tierra nos engendra de una manera que sentimos del mismo modo que vamos caminando descalzos por ella, dura vida, que nos toca vivir, hace años de ellos y todavía ahora tengo el llanto del recuerdo. Un abrazo poeta.

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