La Chorrera. Río de la Miel. El Cobre |
Me adentro silencioso y con destreza por los atajos,
veredas, vericuetos y calzadas que conozco, buscando el curso del río de la
Miel. Día soleado y grato acompañado por un ligero soplo de viento frío que
recibo en las facciones de mi cara; aire puro y fresco que puedo saborear en
libertad, inhalando su perfume con lentitud serena y libre de impurezas. Rugen
las aguas con fuerza inusitada, después de un invierno rudo y generoso con
golpes del líquido procedente de las lluvias abundantes, con las que el
generoso cielo ha bendecido una vez más a esta tierra.
Parque de los Alcornocales. El Cobre |
Aspirando el nuevo aire mañanero, saboreo perezosamente
saboreando su exquisitez y la libertad en la cañada; tránsito por el borde de
la montaña verde y umbrosa, rodeado de follaje enmarañado que florece a mí
alrededor para entorpecer mi deambular. En mi largo peregrinar, atravieso
veredas y caminos tortuosos cruzando arroyos llenos de vida, con molinos
centenarios y prodigiosos en los que mis ojos se recrean con gozo, camuflados
entre alcornoques despojados por el hombre de su corteza o gabán que los
abrigaba, del corcho que protegía su figura.
Río de la Miel. El Cobre |
Puente del río de la Miel. El Cobre |
Río de la Miel. El Cobre |
Molino del Águila. Río de la Miel. El Cobre |
Sus negocios y ellos me acompañan.
—Mira Juan, las vacas que tenemos en la sierra, a un
par de ellas que estaban para parir ya las he dejado con dos becerros muy
hermosos, no corren peligro, los animales son fuertes y tienen pasto
suficiente. Mañana subiré a darles una ‘vueltecílla’ — explica Baltasar—.
Buenas reses. Serán buenos becerros —añade.
Parque de los Alcornocales. El Cobre |
—¡Qué! Estando la espiga bien “grana”, ¡así ya
están! —Afirma Baltasar—. Cien fanegas yo les saco, que, puestas a buen precio
en el mercado, nos sacaran este año del apuro y no nos faltará el pan —explica
con la seriedad que le caracteriza.
Manolo, que de improviso ha aparecido por la
estrecha senda montado en su viejo corcel y buscando con viveza una novilla,
que encuentra inmersa en la enmarañada maleza, desmonta de su corcel y se
acerca a degustar un almuerzo merecido, que los presentes, hartos de esperarle,
ya digerían con avidez.
Plaza alta. Algeciras |
—Veo que sois muy optimista. Baltasar, espero nos des
suerte, siempre piensas lo mejor, eres muy soñador… ¡pero tu tío no se ‘quea’
‘atrás
Los tres ríen
con esperanza, y echan un buen trago, trozando con la navaja la telera de pan
negro que han sacado de su morral, con un trozo de tocino de veta, que siguen
saboreando, aportando el sustento necesario por el duro esfuerzo realizado. Muy
cercano, el molino del Águila les contempla.
Sendero. Río de la Miel. El Cobre |
Algeciras. Plaza Alta |
Río de la Miel. El Cobre |
“Merece tristeza que mientras la naturaleza habla el
hombre no escuche”
Víctor Hugo
Sigo merodeando como un espíritu, flotando por el
canuto hondo de la sierra. De improviso, veloz como el viento, surge un búho
agitando sus alas, oteando el horizonte, su revoloteo me sobresalta, lo busco
con la vista y lo diviso en la rama de un acebuche. El animal me contempla
impasible, sus ojos, que no parpadean, me miran con fijeza, ¡quizás me perciba
como un intruso! Escuchando el esquileo de los cencerros de unas cabras, que
retumban por las laderas llenas de piedras que a su paso resbalando por su
falda, aparecen de improviso en unos riscos por lo alto de la peña.
Chorrosquina. El Cobre |
Le avisté sentado sobre una roca, con su callado
entre las piernas y su mascota recostada en la fresca hierva, esperando la
presencia de un intruso que Miguel ya sabía que merodeaba por el lugar, porque
él percibe todos los sonidos que salen de la tierra.
Sacando un trozo de pan negro del zurrón de su
espalda, lo coloca encima de una piedra y, sacando del bolsillo su navaja, que
frota con insistencia sobre una roca para sacarle el filo deseado, corta con
mucha suavidad el pan que recoge con presteza, sujetándolo con sus manos
menudas y delicadas, que acompaña con un trozo de morcilla que degusta como si
fuera gloria. Su rebaño está pasando en los aledaños del río, copiosos de verde
y jugosa hierba, y aprovecha el momento para sustentar su menudo cuerpo bien
formado, vigilando de reojo a los animales. Su sonrisa es manifiesta, por lo
infranqueable del camino me saluda con viveza:
—Está bien —le contesto—. Yo he venido sólo,
necesitaba darme una vuelta por la sierra y ya me bajaba para el molino, que se
me hace tarde, no se vallan a preocupar por mi tardanza…
—Bueno chaval, vete con Dios, y ‘cuidaico’ con el
río, que hoy viene con mucha fuerza —me advierte mientras mastica el sabroso
refrigerio que le ayuda a poder mantenerse por la sierra.
Sigo merodeando por los bordes de la sierra,
siguiendo el curso del río de La Miel hasta llegar a la presa de la fábrica de
la luz, antiguo molino cuya agua, por la fuerza de su caída, suministraba la
electricidad que de la fábrica brotaba. Las tuberías siguen como antes, los
años no pasan para ellas, los sifones no han cambiado; todo sigue como antes de
la guerra. Intento introducirme por la angarilla, pero está sellada por la
maleza, bordeo por la parte del río para pasar por la otra angarilla y ocurre
lo mismo, la maleza se apropia de todo lo que se abandona. Contemplando el
lugar donde lavaban la ropa mi tía Catalina y las mujeres de Chorrosquina.
Chorrosquina. El Cobre |
Qué grandeza la paz que me rodea, y la del buen
Dios, que nos guía por senderos y vericuetos, surcando el curso de ese río con
la miel puesta en mis labios y la añoranza penetrando en lo más recóndito de mi
alma.
Me lleno de gratos recuerdos y alegrías, de seres
que compartieron mis primeras ilusiones, mis primeros recuerdos, que un día no
lejano llegaron a intervenir en nuestras vidas. Sus evocaciones y su
existencia, perennes y perpetuas, deambulan por estos cielos iluminados por el
poderoso sol y la claridad en sus noches de luna llena, resplandeciendo mis
recordaciones. Su aliento se percibe en esta su tierra, sus vidas forman parte
del terreno, de las veredas, algunas ya intransitables, otras hoy grandes
carreteras; sus voces brotan del polvo del camino, el que ellos con sudor y
sangre construyeron. Alegraron nuestras vidas y ya son imperecederos.
Chorrosquina el Cobre |
Antonio Molina Medina
18.07.16
15.08.19
La Madre Naturaleza tan bella como siempre, y tú ahí, disfrutando de ella y escribiendo tan lindos versos. Un Tandem sin igual amigo poeta.
ResponderEliminarMi abrazo y cariño.
Esa madre NATURALEZA la que algunos mal nacidos quieren destruir. Es lo único que merece la pena defender y morir por ella, ya que es el descanso de nuestros hijos y nietos. Gracias por estar amiga mía. Un abrazo.
ResponderEliminarEl río de la miel que se desborda por la naturaleza entre la brisa que acaricia y la sonrisa que ilumina entre versos y colores, con la magia de tus letras, un placer leerte, mi admirado poeta.
ResponderEliminarBesos enormes.
Que fácil es para algunos, poder verte entre tus letras, ya que, eres trasparente y tu mente es pura Naturaleza, la que todo lo arropa y lo distribuye por los vientos suaves de nuestra conciencia.
EliminarUn beso y gracias por estar, amiga mía.