Manuel Manso Vadillo y Antonio Molina Medina |
(EL Cobre)
Me acomode sentado en una mesa, a su lado,
con un folio en blanco.
Observé su rostro y me quemó su calor humano.
Me hizo persona pensando en su sombra que salió
de su cuerpo en una tarde de antaño.
Le mire a los ojos que no eran extraños
y me hizo cómplice de su añejo pasado.
Me ofreció su sonrisa y compartimos
sus sueños, vivencias de otros años.
Charlamos del mundo, del propio y de extraños
Movía sus labios con gruesas palabras.
Como chorros de tinta se insertaban en mis manos.
Su mundo y el mío seguían pariendo ¡éramos hermanos!
Su gentil bigote me sonreía. Yo lo observaba, y me
encandilaba como buen quinque… lamparilla humilde
de agua y aceite con sabor a miel por su buen hacer.
Hoy su recuerdo me hace sonreír. Se hizo presente.
Lo vi venir con su paso lento y su bien reír
Repetía sus chistes que, con regocijo, reclamaba.
Versos que me hacían vivir. ¡Que la vida es vida
para vivirla! Él lo sabía y nos lo enseñó,
Lo bueno del mundo. Lo que él soñaba.
Lo que él soñó… y… lo que yo soñaba.
Antonio Molina Medina
23.01.20
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