Sinovas. Pedanía de Aranda de Duero. Castilla León. |
Fue
solo un suspiro. Vivía adormecido.
Dañado,
sintió la fuerza de su brazo y
no
supo posar su cuerpo ni buscar su
propio
destino. Dejó que la luz guiase su senda
y,
a dentelladas, murmuraba palabras extrañas.
Recorrió
inciertos pero placidos caminos, estimulado
por
el tiempo, entre seres que caminaban sin espacio,
dejándose
llevar por ellos, bostezando al mundo
su
piel y su tiempo. El mundo le aburría. Otra vez
el
mundo, que, incauto, creía que la lluvia provenía
del
diluvio, pero su barca encalló
entre
el barro y la maleza.
Zozobraron
sus dedos, sus manos…
Pero
a su mente las palabras le brotaron,
transitando
opacas, acuciadas por el viento
del
norte con su gélida escarcha.
Su
cuerpo destella incidiendo en su origen,
trepanando
barreras de lo ingrato a soluble,
se
revolcó en fértil huerta, fecunda planicie verde,
repleta
de semillas jugosas que preñan la campiña
volteadas
por los vientos que rodean la ciudadela
del
oasis donde duermen sus vecinos,
afanados
en cultivo de sus mieses, sin alambradas de espinos.
Antonio
Molina Medina
23.05.20
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