Valle de Orduña. Bizkaia.
Vuelve
a florecer su luz y reluce de nuevo el sol que nos calienta, dejando caer sus
rayos con cautela. Pero la vida es sueño y su grandeza alcanza los peldaños que
me unen a esa doncella, que, aun en su lejanía, es un ser humano digno de todas
mis complacencias. ¿Querer?... Pues va a ser que sí. ¿Amar?… ¡Pues también! ya
que su contenido es lo más preciado de un ser humano que cultiva, como suyo.
Valle de Orduña. Bizkaia
Quizás
sean para muchos esos dolores, los de un parto que no estamos dispuestos a
afrontar. Pero sin esa palabra prodigiosa llamada amor, que todos podemos
practicar, la vida será más infiel y más oscuro nuestro caminar… Surcos de barro
que dejan las pisadas al descubierto. Serán las de un corazón despierto y al
descubierto. Sin mirar a los lados y mirando a los ojos a todo lo que se mueve
en el vaivén de las olas. Y yo, en mi invierno… Sonrío… Solo sonrío y me
desnudo del mundo que ya no me dice nada, ni siquiera MIEDO; ni los voceras de
los parlamentos que solo siembran odios entre sus muertos.
Antonio
Molina Medina
26.12.18
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