Viñedos de la Pedanía de Sinovas. Aranda de Duero. Castilla y León |
Abrió su ventana y miro la distancia que lo separaba de su alma sin la nada.
Expandió sus alas y comenzó su vuelo. Certero firme, hoy, su volar por el alto cielo.
El aire lanzaba silbidos de antaño, melodías de suaves palabras de versos y sollozos, que su alma escanciaba y las hacía sinceras, palabras que conversan que hieren y queman. Llamas que devoran y siente su pena que la hace afluente, sincera.
Entre pentagramas, los surcos del arado que aporrean sus dedos, perforan la tierra; acariciando sus senos, besando la sangre que altera su rumbo, el de su respirar de lento a profundo. Jadea con fuerza y se enfrenta a la brisa que frota su rostro, mientras su voz pestañea. Se siente el latido de un corazón que se quema entre las ascuas del tiempo de olvido.
Arde la candela y atiza su llanto.
Son llamas que vibran sollozos alados y, arrima el costo, que queme su alma y suenan voces de seres que aman, y surte del llanto, susurro que atrapando, sueños y quimeras, de voces que claman, que fueron sus sueños, cual adormideras, hasta fondearlos, y así abrazarnos entre, lágrimas sobrias de los poseedores de la añeja escuela, cual seres de leyenda, cuya luz nos guía en las noches oscuras. Candil en la tierra. Voces aun quebradas, que cruzan por la sierra.
Antonio Molina Medina
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