Virgilio... Pedanía de Sinovas... Aranda de Duero... Castilla y León. |
-¡Buenas tardes! -
Le digo.
-¡Muy buenas! - Me contesta.
- Aquí, tomando un refrigerio...
¡Siéntate, siéntate, que te vas a tomar un vino conmigo! -Coge una copa de la balda.
- Me indicaba.
-¡Hala! ¡Échate de la botella
que está en la mesa! - Me dice.
Relleno la copa de vino
tinto de su bodega y lo cato. Y le digo: "¡está bueno amigo… !". Y, de
improviso, me dice:
- ¡No bebas más! ¡Tira
ese vino! Y me repite ¡tira ese vino…!
Y se da la vuelta, y baja
por las escaleras a su bodega para aparecer con una nueva botella entre sus fornidas
manos. La descorcha con su maestría y coloca el corcho a su lado, y se aferra a
su vidrio y deja caer el caldo en mi copa y en la suya y me dice:
- Prueba este vino.
Yo observo su rostro y cómo echa el vino en la copa. Una franca sonrisa cruza su cara, y sus ojos son un relámpago de sueños, cual maestro de ceremonias y me dice:
Pedanía de Sinovas... Aranda de Duero... Castilla y León.
- ¡ Hala, echa un trago
de este vino, que es de la nueva cosecha!
- ¡Este vino te ha salido
este año muy bueno! Y mira que yo soy un profano en esta materia... ¡Has logrado
un buen caldo!. - le insisto. Y me dice:
- ¿A que está rico?
La verdad - le digo - es que, con el primer sorbo, sientes en el paladar una sensación a tierra y viñedo, a sarmiento y campo, como cuando caminas por las viñas y tus pies se adentran en la fina y curtida tierra, donde la pureza se extiende hasta los pinares de la Pedanía, y sus raíces se comunicasen con las de los viñedos.
Quizá
fuese la ebriedad que, a veces, nos hace ver doble y las viñas nos sonríen en
esa aventura, caminando por ellas, Sintiendo esos rayos del sol que hacen que
los racimos sean como adornos a sus ojos, y el ramaje de su tronco... que hace
que, por cada vaso de caldo que degustamos, nos produzca una sensación de balanceo
en el cuerpo, aportándonos esa claridad y esa nostalgia al dejar esos campos,
esos viñedos donde aún relucen sus pasos y su sombra... y veo sus manos cortando
los racimos que adornan su cuerpo.
Virgilio y Antonio... Pedanía de Sinovas... Aranda de Duero... Castilla y León.
Y oigo su voz como un susurro:
-
¡Espera no te marches! Vamos a picar algo que he traído de casa, que este vino bien
lo merece. - Me señalaba sacando un trozo de chorizo y, de una
tartera que abría muy despacio donde las guardaba, unas rodajas de pescado en
salsa. Comenzamos, entre charlas y palabras, a degustar los alimentos y,
de vez en cuando, un buen trago de ese caldo aromático que se deja beber se adentra
en nuestro cuerpo a través del paladar que nuestro estomago lo agradece. Seguimos
con nuestra pausada charla mientras el líquido de la botella comienza a
descender ante las acometidas que le damos.
Las
manos del anfitrión, nunca están calladas y con una navajilla, y el corcho de
la botella entre las manos va cortándolo a su alrededor para poder introducirlo
en la boca de su botella y proteger su sobrante.
Entre la palabrería y los chascarrillos el tiempo se nos echa encima y la noche nos acecha y suena su voz amena y fuerte.
Pedanía de Sinovas... Aranda de Duero... Castilla y León. |
Pedanía de Sinovas... Aranda de Duero... Castilla y León.
Arranca
la furgoneta y conecta la música con canciones de la tierra castellana mientras
nos acercamos a la pedanía por los caminos antiguos de mulos y caballos hoy de
tractores con remolque, lentos como los antiguos. Le miro y le observo que su
sombra es ancha como su alma y Virgilio se aleja entre la bruma de su noche… Y
hoy sus veredas repiquetean entre las nubes de la Pedanía, vigilando los pasos ¡quizás
mis pasos! Por donde él caminaba, de noche y de día.
9.02.20
Antonio
Molina Medina
Momentos vividos, sentidos, momentos para recordar, desde la naturaleza de la vida.
ResponderEliminarUn placer leerte, poeta, gracias por traer esta entrada de unos meses atrás.
Besos.
Gracias amiga María.
EliminarSon personas que no podemos olvidar y de vez en cuando darles ese recuerdo a los suyos ya que fue un ser fiel amigo y gran persona.
Nunca le olvidare.
Besos