Sinovas Pedanía de Aranda de Duero. |
Me acuerdo cuando vivía momentos
junto a la candela, rodeado de seres que amaban la tierra, respetaban sus formas
y gozaban de ella. Los niños jugaban a tabas, a cuerdas, a cromos, con aros, de
hierros, con sueños y estrellas. Los ancianos sentados al fuego, removiendo las
ascuas, muy lentamente. Contándonos historias de guerras pasadas, de contrabandistas,
y de sus correrías, por mar y por tierra, las que nos conmueven. Era nuestra
historia, la de seres que amaron, lloraron, rieron, contándonos sus penas y también
sus dichas que, aunque fueron pocas también nos hacían sonreír de dicha.
¿Te acuerdas hermano? La última
contienda que nos apartó de la propia tierra. La vida cambió. Morir para no
volver a nacer. Sentimos sus vidas. Perdieron su tierra que hoy huele a
podrida. De esa podredumbre brotó savia nueva. Germinó semilla. Nació cuna
nueva. Su risa y llanto se mezclan, helando las venas ¡Maldita miseria que
quema! ¡que duele! La del pan anhelado de palabras llenas. La lumbre que arde
le quema al poeta. La fiera lo atrapa, lo engaña y se quema. No pudo evitarlo:
le atrapó la hoguera.
Jokin González y Antonio Molina
Mientras la gente volaba con ansias
de libertad hacia la ‘Hacería’ en ‘chalupita’ de nuez por la ría, donde estaba
instalada aquí en nuestra Villa. Poderosas alas las que nos envolvían; no la
nube negra, ¡tormenta maldita! Mikel nos aupó a su cumbre. Dimos vida a
‘Goitisolo’ la que su dama nos mostró, libre y soñador. ¡Que no murió! ¡Que es mentira!
La música nos envolvía, nos atrapaba tu voz de soñador de almas, que denunciaba
que la vida no es ya vida.
Noche mágica, ‘Hacería.’ Los
sentidos se elevan cada día; se palpan en el ambiente. ¡Soñar no cuesta nada,
‘redíos’! Diría un chaval de caserío de Orduña, el que nos enseñó a vivir el
día a día. Que el sol es de todos. Que no cuesta nada. Y el aire, de momento, es
sin propina. Dejadnos soñar ¡Coño! Dejadnos en paz. Queremos vivir sin doble
moral. Idos a otros lugares, donde os quieran más.
“Soy agua de tu lluvia”
cual ola que me envuelva y
que inunde mi cuerpo con palabras afiladoras,
las que suavicen mi piel y la hagan segura,
y fermentan los brotes, tanto sol como luna.
Que la luz no se esconda incluso en su partida.
Que los ojos nunca se sequen y a la verita de tu río,
y que el manto verde de tus sueños se agigante.
Y en su plenitud… nunca dejes de ser vida,
sueños plagados de aromas del perfume que respiras.
Antonio Molina Medina
2020
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