ANA… CATALINA… PREVALECEN Algeciras…

Catalina Medina Trola y Ana Medina Trola-
                                                El Cobre.. Algeciras.

La máquina del expreso ruge por su tronera al pasar por la curva de la Cañada de los Tomates y bajamos los cristales de las ventanillas para posar nuestra vista en el número uno de sus fincas… Los brazos se mueven en la distancia a lo que contestamos con gritos y gestos de alegría.

La estación está repleta de viajeros y algún familiar nos esperaba con agrado… Entre abrazos, besos y lágrimas volvíamos una vez más como todos los años a nuestros orígenes. Cargados de bártulos, una familia con sus allegados caminábamos por el balastro de las vías con destino a Pajarete mientras el río de la Miel lo veíamos a nuestra derecha circulando sus aguas con muy poco caudal. Llegamos al puente del rio y cogemos a la izquierda una vereda que nos lleva a la puerta del número uno, la finca de nuestros familiares… más abrazos y besos y lágrimas… Parte de la familia se quedara con sus tíos y primos y un niño ya grandecito tiene que seguir rio arriba por la vereda de la trocha pegada al rio dejando a la derecha la ‘rejanoza’ y pasando por el "chaparro de los asientos" cuyas raíces se nutrían del agua de su río que estaba adornado desde Pajarete hasta el regajo, antes de llegar a la era de Baltasar, de una hilera de chaparros  que nos asustaban de noche ya que nos dejaba ver nuestra sombra detrás,  hasta que llegábamos al Cobre y luego subir por la vereda hasta ‘Chorrosquina’ finca donde me quedaba a pasar el verano y donde habitan otros miembros de la familia. Pero, esta vez no voy solo, me acompaña su madre ya que un sobrino suyo ha dejado la vida en Melilla cumpliendo el servicio militar por una operación de apendicitis y por abandono, se bebió un vaso de agua del compañero, cuya cama estaba al lado de la suya en el hospital militar y fue mortal sin haber expulsado la anestesia, y cuyo cuerpo lo enterraron en el cementerio de Melilla con la tristeza de sus padres y hermanos, que ni siquiera les permitieron acudir a su funeral.  Y por ello me acompañaba mi madre ya que ella y nosotros no habíamos visto a la familia después de tan lamentable pérdida.

 

Ana Medina y Antonio Molina El Cobre Algeciras.

El encontronazo fue brutal. Era la primera vez que un niño veía a mujeres de luto muy negro y con la cabeza y el rostro cubierto de un manto negro muy negro, entre gritos y llantos nos recibieron. Fue mi primera experiencia de tal acontecer del que no entendía nada, ya que hacía casi un año que el primo había fallecido. La costumbre era  ley para el sur de Andalucía. Mis tíos tenían que estar cinco años de luto, por su hijo muerto, así como sus hermanos.

 

Catalina y Antonio El Cobre Algeciras

Era finales de junio y la fuerza del sol torturaba nuestra vista;  el dorso de la mano la usábamos para cubrirnos de sus potentes rayos que venían desde el estrecho de Gibraltar cuando nos levantábamos, Y yo me preparaba para esperar lo desconocido, ya que cada año era más maduro y tenía que comprobar la reacción de la familia con tu presencia.

Y aparecieron mis primas Ana, Catalina, Lola, Mari luz… Y era observado escuetamente por todos. Ana y Catalina, me abrazaban y me mimaban… Fueron dos ángeles para ese niño, quizás un poco asustado ya que a mi madre no la vería en un par de meses y por mucho que me decían que bajase a verla, yo desistía de ir, por miedo a que me dijese que me quedase con ella… Y yo disfrutaba en el lugar, con los caballos y burros y todo tipo de animales caseros. Cavar en la tierra fértil de la finca y  recoger, como uno más, los haces de trigo de los campos para depositarlos en la era para su trilla.

 


Y surgían las enfermedades. Y, a nuestra edad, solo teníamos a los curanderos, como el señor Miguel,  que además era uno de los cabreros de la zona. Además estaban ellas: Ana y Catalina, dos pilares que adornaron mi niñez que no olvidaré nunca por su entrega a los demás y más a la gente menuda.

Las fiebres nos atacaban, y los granos de pus que ellas nos curaban junto a los empachos de comer fruta aún verde y luego hartamos de agua.  También alguna mujer de la barriada nos ponía alguna que otra inyección, lo que  hacía generosamente.

Ana se casó con Antonio Cabrera y se fueron a vivir a la casa pegada al río de la Miel y el puente del pájaro (donde luego vivió Eugenio y su familia), su propietaria era la Marquesa, cuya casa y finca sigue abandonada un poco más arriba de toda esa vega.  

Ana Lola y Catalina. El Cobre Algeciras.

 Más de una vez, desde el otro puente del Cobre me daban una taleguilla con no sé qué dentro, y me decían: "¡Toma,  antoñillo! Llévale esto a tu primo Antonio y se lo das de parte mía ¡Y si ves a los civiles, lo tiras al río y sales corriendo".

Antonio Cabrera, hombre sencillo y cariñoso, dulce como pocos, que vivían por los aledaños del río, en la finca antes comentada..

Una vez mi madre me comentó "Te vas a reír, pero te voy a decir que Antonio, antes de hablarle a mi sobrina Ana, lo quería yo para mí; congeniamos muy bien, y nos sentíamos muy a gusto  juntos… Pero ya sabes tu mi vida y cuando se enteró mi padre, no le gustó nada y me prohibía verlo Y él seguía detrás de mi… Pero mi padre era muy mala persona y le hacía la vida imposible al muchacho. Tú ya sabes mi historia…

Catalina también se hizo novia de Jaime y se casaron, en principio vivieron con los padre de Jaime  en el Cortijo de Majal-Bajo, que fue de mi abuelo.

Mujeres explotadas por los hombres, sin descanso ni tiempo para nada hasta que se casaban. Tanto Ana como Catalina, tuvieron mucha suerte por los hombre con los que se casaron. Gente muy sana y servicial.

 

Río de la Miel. El Cobre Algeciras.

Quizás la vida nos siga castigando y poco a poco estos seres nos vayan dejando sin que nadie se acuerde de ellos. Así parece que debe ser , según los baremos de los seguidores del becerro de oro.

Este nuevo y maldito año 2021 que ha comenzado, ya se ha llevado a estas dos mujeres. Pero no habrá olvido, ya que pertenecen al libro “Mujer andaluza nacida para sufrir” Recuerdo que inundó mi alma y no podía dejarlas en el olvido. Por qué solo los poderosos reyes y sus familiares están en los libros… En este pequeño libro están sus corazones insertados con el mío para toda la eternidad.

12.02.21 

Antonio Molina Medina




2 comentarios:

  1. Que bonita esta historia de vida e infancia que nos dejas hoy Antonio!!! A medida que avanzaba en la lectura se me venían imágenes de paseos al campo en mi niñez cuando lloraba porque deseaba quedarme allí. Sin duda la naturaleza y la gente que vive en el campo es diferente y esa simplicidad de lo cotidiano es lo que enamora, cada cosa es un descubrimiento de "vida".
    El final de tu relato, si bien es muy triste por la partida de estas dos mujeres queda dulcemente matizado por el recuerdo que seguro imprimes en tu libro y no se si hay algo mas bonito que dejar una huella de esas características. Mi abrazo enorme Antonio!!!

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    1. Gracias chavala. Yo siempre he pensado y deseado volver a mis orígenes, compartir la tierra que me acogerá y, sentirme un terrón de ella formando con mi figura, una sombra inagotable entre los senderos por lo que camine acarreando las cabras y otros menesteres que la vida del campo me pedía, ya que descubrí desde niño que no necesitaba compañía nada más que la de mis padres y esa naturaleza la que me guiaba y me guio de nuevo hasta ese mundo por donde camino.

      Sin NATURALEZA no somos nada… quizás unos pobres diablos que lo que hacemos es destruirla ante tanto adorar a algo tan banal e inculto como es, -el Becerro de oro- por el que los hombre se matan sembrando el dolor y la muerte y la propia destrucción de esa NATURLEZA que es la que nos alimenta y nos guía.

      Y sobre estas mujeres que fueron las que me inculcaron esa sabiduría tan humana que ellas practicaban, donde solo el amor y la cordura y el cariño, fueron capaces de colmarnos de esa cordura que guiaron mis pasos hasta estos momentos donde la vida casi esta consumida, valorando lo que fueron sus vida y la forma que ellas vivieron a pesar de la dureza con la que compartían su existencia.
      Fueron muchas las mujeres que compartieron nuestras vidas… hasta las de mi pedanía, ya que al nacer los pechos de mi madre eran escasos en alimento por el hambre y la miseria a la que nos sometían… y por las noche me paseaba tocando a las puertas de mujeres recién paridas como ella para regalarme la leche que les sobraba… Mujeres generosas y soñadoras siempre con el pie en el cuello por la bota de la injusticia.
      Gracias por tú sentido de la verdad y la onestidad.
      Antonio

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