Vagando torpemente por laderas de montes
llevaba cuatro cuchillos clavados hasta los bordes,
dando tumbos, sin apoyo, la sangre, brota a raudales
mi corazón se quedaba, sin líquido en que sustentarse.
Suena en las bestias de carga, su cencerro miserable
la noche tapa mi alma y me nubla inmensidades
No se oye la campana, solo barro, solo nadie;
ya no veía su cara, marfil y ébano en la brisa
pero tu mano me aferra, cual fiel, noble buey yuntero
a su pezuña, no importan rosas, cardos, ni romero.
La muerte, novia querida, la vida, la repudiada,
una vestida de luto otra vestida de alba,
el alba me despertó conquistando mi mirada.
Antonio Molina Medina
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