Sinovas-Aranda de Duero-Castilla y León |
Ya veis, el tiempo camina imparable por todo lo que
nos rodea y se hace de agua, de viento, de fuego, cuando camino por Castilla.
Los campos cargados de sueños, ya que, cuando los miras, se dejan mecer por la
palma de mi mano ya que los mira y mima, en la recolección que está al caer y
se deja coger como el cervatillo al pezón de su madre empujando con la fuerza
de su boca, precipitándose contra su cuerpo, alimentándose de ellos: de leche
blanca y espesa de los animales que me contemplan; los que abundan por los
prados de la vieja Castilla.
Cesaron los vientos,
y la estepa se recrea y sonríen los segadores al calor con sus nuevas
cosechadoras. Rugen los motores y abanican sus cuchillas envolviendo las
espigas, trillando sin pausa surcos de espesas espigas.
Sinovas-Aranda de Duero-Castilla y León |
Hoy los animales caminan con ruedas. Rugen sus
motores, filtrando por sus cuerpos los granos que surten las viejas espigas,
las de todo tiempo, quizás de toda la vida, las que se depositan con fuerza
entre tubos de sueños… de harina. Mientras, los veo acercarse ya que, cansado
por el calor sin agua en este caso, yo los estaba buscando.
- ¡Por favor!
-Un poco de agua, por favor, para este peregrino,
que, perdido por las mieses de trigo, cebada y avena, siguiendo el verde del
rio, el maizal me sorprendió y las remolachas regaban con esa agua que
arrancaban de su rio. Rio que lamia las espigas dejando surcos de pan coloreado
y sencillo.
El botijo nos dijo adiós en una tarde de frio, el
calor lo abandono entre las losas del puente, él se escondió ‘pa’ no verme,
para que yo no lo viera al paso de la corriente. Mis pasos aceleran su caminar
dejando atrás mucha parva esparcida en surcos en su explanada. Sueños de ayer y
de hoy. Cadenas que me atenazan, despojos de mi pasado; pasado que canta y
habla sin sucumbir a sus años que la vida es un viene y pasa.
Sinovas-Aranda de Duero-Castilla y León |
Las luces se alejan. La noche las engulle. Siguen
los rugidos en el campo, cual pisadas de caballos y trillos. Se hace fuerte la
tarde y la luz deja su paso a la noche, la que descansa, mientras la luna nos
alumbra y, con su sobra, por la noche nos hace compañía, meciéndonos en su
cara, ya que hoy está muy lleno y no puedo cabalgarla.
Me despierta la alborada con música acoplada a los
barrotes y ventanas. Se abre paso con sus notas el piar con sus picos y
melodías de los pájaros que le engrandecen su habita.
Antonio Molina Medina
20/07/16
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