La muy noble y leal ciudad de Orduña-Bizkaia-País Basco |
Jefferson dijo: “Si una nación espera ser ignorante y libre, espera algo
que nunca fue ni nunca será… La gente no puede sentirse segura sin información.
Donde la prensa es libre y todos pueden leer, hay seguridad”.
RECUERDOS DE LA NIÑEZ
ORDUÑA
Cuando
‘correteábamos’ los campos
acudíamos
a las fuentes
con
cántaros a nuestros hombros
para
reponer las tinajas y
botijos
para el campo.
Compartimos
el pan
¡Y
nunca estuvimos artos!
Éramos
constructores de
puentes
y caminos.
Y
jugábamos al chorro
Morro,
pico tallo que…
Por
los regueros de las fuentes
formábamos
grandes presas
que
sorprendían a los vecinos.
Y
retozábamos en los prados.
Jugábamos
a ser mayores.
Nos
mirábamos como hermanos,
a
los animales cuidábamos.
Y
bebíamos en los ríos y
a,
paso lento, volvíamos
con
ellos al caserío.
Recogíamos
las trampas
con
algún gorrioncillo
que
ayudaba a los padres
ante
tanto mal parido.
Fuente en Orduña-Bizkaia-País Basco
Devorábamos los tebeos y
las novelas de
La Fuente Estefanía…,
junto a cuadernillos
que la madre nos mandaba
a comprar y que luego
a escondidas leíamos.
Saltábamos
a la comba,
al
volteo de las tabas;
al
juego de la pelota:
con
un manojo de trapos
corríamos
sobre ella;
al
escondite en la plaza.
Ciudad de Orduña-Bizkaia-País Basco
A
los cromos y las chapas,
y
a la cuerda en la plazuela,
al
chorro-morro y a espadas
y
al juego de la rana
por
detrás las Estajeras.
A,
los cromos con las tabas.
A
las canicas y güitos.
A
la trompa en la plaza.
El tiragomas, el gambocho,
las guerras con espadas.
Los aros.
Devoramos los tebeos
del guerrero del antifaz
Roberto Alcázar y Pedrín;
Hazañas bélicas y las figuritas
de indios y vaqueros
con sus fuertes.
Con
los restos del carburo
que
en el terrero encontrábamos
hacíamos
agujeros en la tierra
un
poco de agua y una mecha
sujeta
con un palo;
hacíamos
volar los botes
como
grandes astronautas
los
volaban al espacio.
Sentados
en los bancos
contábamos
los coches
que
pasaban por la ruta general.
Mientras
las ‘guatíberes’
artilugios
con rodamientos
y
maderas, se deslizaban
por
la cuesta de las carreteras;
la
de Burgos y de Vitoria ante
la
poca fluidez de los coches
que
atravesaban la ciudad y
nos
haríamos las rodillas
con
la reprimenda que nos
daban
nuestras familias
cuando
nos tenían que curar.
01/09/14
Antonio Molina Medina
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