Agonía,
agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste
es el mundo, amigo: agonía, agonía.
Los
muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades.
F.
G. L.
Su ocaso
Hoy contemplo mi cuerpo frente al
espejo, observando las hileras de sueños que han ido pasando, y se me caen los
agresivos presentes que la sociedad ha ido sembrando. Siento que se retuercen
mis sentidos, que fueron consentidores en dejar el camino incoado de surcos,
sin recursos cubiertos de barro donde solo la oscuridad del ramaje,
involuntaria serpentina de hojas manchadas de sangre, dejan su rastro entre el
follaje que se agita ante tal peso, aún presente, de la mortalidad habida y sin
esperanza de que el diluvio escampe.
Parodia sin
etiqueta. Profunda grieta en los sembrados. Catapulta insidiosa que nos arrojan
los que defienden que los seres humanos desde el vientre de sus madres son
intocables.
¿Y los niños en sus guerras,
incluso desde los vientres de sus madres? O ¿acaso no son seres humanos, hijos
de ese dios y los eliminan antes del parto? La mentira está sumisa a la muerte
y las andanadas de risas y pataletas son el signo de atroces venidas del mal en
todas partes.
Los cielos ya no responden a las
plegarias. Son ellos los que patrocinan tales desastres. Aún sigue
alumbrándonos el sol de media tarde y las amapolas se confunden con la sangre,
y los luceros se esconden entre las nubes negras de sus atrocidades.
Mientras los claustros y los
vendedores de patrias se aferran a sus banderas como suyas propias, apartando a
los seres que conviven a su lado como bestias de carga por los insaciables
caminantes entre las cerraduras de caballos volantes.
Algunos calculamos mal el tiempo
donde las tinieblas doblegaron nuestros hechos, dejándonos huérfanos de sueños
anhelados, precipitándose por los acantilados del mundo, envueltos en el olor a
pólvora y devorados por los animales de hierro, catapultando nuestras
necesidades al fondo de los ríos cuyo caudal se esfuerza en acogernos en esa
muerte saludable.
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Antonio Molina Medina
30.06.25
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