Solitario
y tardío busca ansiado su razón de vivir. Los sueños le aturdieron, y su
envoltorio cubrió hasta su proceder.
Un
rosario de auroras, de rosas, en su mano le perfora la piel. Sangre roja
reproduce su herida cual fiel compañera que no supo curar. Le acompaña en su
andar. Abandonó su cuerpo y se dejó sorprender sin causa y sin piedad. Larga
fue su batalla. Persistente su lucha, que no termina mientras siga la siega y broten
las semillas del trigo, la cebada, la avena sus hendijas. Ciclos de dualidades
reverdecen su piel. La cruzada final lejana montería.
En
una caja de cristal una llave refleja una diminuta puerta del corazón al mar.
Aún conserva su habita pertrecha de ilusiones. La lluvia ya no cesa ni quiere
naufragar. El carro con su cuerpo se aleja y se aleja… Él, la mira, los mira
con mirada serena sin altivez, sin tardanza. Por el surco les lleva a su
principio y final.
15/09/16
Antonio
Molina Medina
Qué bonito este texto que has escrito, amigo antonio, y la imagen preciosa, me ha encantado tu entrada.
ResponderEliminarUn beso.