Pedro Abad. Córdoba |
En el despertar. los primeros recuerdos. El aroma del campo
puebla aún mi respirar que, silencioso, penetra en su cuerpo desde la cercanía
de los pastos recién segados del trigo y la cebada donde el calor aprieta
el cuerpo y libera mi alma, desde la que se precipitan desde su frente, hoy ya
arrugada, fuerte regueros de agua salada cuya gotas son recuerdos de la mar que
camina por su cuerpo... Pensamientos que se diluyen por su organismo, añoso y
ya estéril que dejaba vociferar a su carne cubierta por las arrugas de su piel.
Mientras de la tierra se evapora ese olor a tierra abonada, cuyas
sustancias dormían fermentando en sus entrañas la próxima cosecha, cual sangre
caliente que altera los sentidos los que, fogosos de salud, deja al
descubierto las raíces de sus versos, cual grano almacenado en los molinos de
su inteligencia.
Algunos seguimos buscando con insistencia a la Madre Naturaleza.
La que nos dio la vida y, a la vez, la que recogió, ya repleta, los cadáveres
que aún infectan las praderas, revolviéndose entre tierra ciega que
calienta sus cuerpos donde brotan de sus surcos las cosechas.
Quizás los turbios campos repletos de restos antiguos, de seres
hambrientos de libertad no conseguida cuyo hedor adormece sus pensamientos por
la carne corrompida y olvidada... Mientras, las huellas de pies descalzos…
zapatillas de esparto... dejan sus sueños al descubierto mientras camina. Y no
hay engaño en sus pisadas, evitando pisar a los minúsculos animales que pueblan
por la sabana entristecida, repleta hoy de viñedos y de espigas de grano
salvador y volátil que aún nos acompañan por los campos y los prados… mientras,
algunos granos, el arado los cubría de ilusiones esperando copular envueltos
en tierra bien oxigenada, adonde posaran sus cuerpos hediondos en los
surcos que aporrearon su cuerpo al compás de la luna que nos acompaña.
Aunque los cielos dejen de tronar y el manto frío de la escarcha
nos observe, germinarán los campos que serán poseídos por las tormentas, y el
astro sol dejara sus rayos para aportar su calor que la hará fecundar,
dando paso a los brotes verdes que cubrirán el manto inmaculado de la tierra
fecundada. Y los huertos que circundan las aldeas donde tallos verdosos y
tiernos brotarán, sacudiendo la tierra sus semillas: judías, habas, garbanzos…
cebollas, alubias, lentejas… Y capullos primorosos de las ramas de los
árboles frutales darán paso al ruido de mentes saludables sonrisas, cuyas muecas
transformarán sus rostros curtidos y labios gruesos, apretados para sentir en
sus cuerpos el escalofrío del viento frío que se adueña de sus humildes hogares.
Y vuelve de nuevo la primavera, y las aves revolotean por el
campo y sus hogares. Y los ciervos brincan por la estepa dejando sus berridos
entre la tierra fértil, y los nidos se plantan entre las espigas junto a las
ramas nuevas de los sauces y pinares y árboles frutales.
Las cuadras se pueblan de nuevos habitantes, inquilinos deseados
para la comarca: caballos, becerros, ovejas y yeguas apareadas, junto a las
ovejas con una nueva cría en sus entrañas… formarán la nueva tropa en las cuadras.
A la sazón, los surcos de tubérculos brotan a respirar su nuevo
ciclo de vida y sueños… Blancos, verdes, verdes oscuros, brotan de sus asentamientos,
donde las aguas y el calor del astro sol los hará retomar su salida y crecer
hasta su madurez, recibiendo de ellos su alimento y lucidez. También los surcos
del adormecido maíz se elevan sin pausa, esperando que de su tronco rompa el fruto
que manara ante sus incrédulos ojos, como las lágrimas que brotan de las cepas
de viñedos en su nuevo renacer.
Y siguen surgiendo los sueños de los labradores, a pesar de que
la tierra almacena cuerpos putrefactos que un día cubrieron sus cosechas… Quizás
hoy se repueblan las semillas que sus cuerpos recogieron; esas partículas,
sedimentos de la sombra de sus cuerpos, mientras los vientos aflorados limpian
la hiel de sus campos, dejando ese abono cómplice de efervescencia, donde el engaño
sea una anécdota invisible, y el fuerte viento nos lleve ese amor fertilizado,
limpio de impurezas, de aquellos campesinos que aún se aferran al arado y dejan
en los surcos verdes, en las palabras cual placer para sus gentes… Apartando las
lenguas viperinas que entorpecen nuestra convivencia para que el ser humano
camine desnudo, como vino, con la paz y no la fatiga.
Aunque su corazón desnudo ante el mundo sea un manantial de agua
depurada de maleza, que no implica la fiebre que altera los enjambres… Los que
depositaron en él mentes aseadas, agua de pozos y manantiales de las aberturas
de la roca: si bien tenga que apartar de su boca las zarzas, donde las moras de
colores endulcen sus labios comprimidos que, ardorosos, se solazan del fruto de
la tierra, mientras que las viñas se acercan al paladar entre granos y briosos
racimos, chorreando por la comisura de sus labios el caldo enfurecido e
incontrolado, al romper los granos de los que su paladar se apropia, enfurecido
en sus caricias.
Pero existimos con la tierra muy removida y airada y los hogares
vierten las cenizas por las ciudades. Y, de los parlamentos, solo injurias y
mentiras nos mandan airados, entre los sollozos de la ciudadanía que los
contemplan.
La podredumbre mana una vez más del ser humano que, enquistado, nos
ofrece su peor cara… Y hasta los muertos se revelan en sus tumbas, cuya cenizas
siguen esparcidas por la llanada. Y la corrupción del ser humano sigue girando
en el círculo de los escándalos, ya que el pueblo, poco les importa - A algunos
de los que predican enseñanzas. - Mientras, una vez más, ese Dios que nos inculcaron,
sigue oculto y cada día es más visible que o que es una ironía más de los que
dominan nuestras vidas. La explotación está bien visible en nuestra sociedad
y hasta en nuestros campos brota el hedor de cuerpos que retornan a
nuestras mentes, ya que sin justicia nunca podrán ser visibles en nuestra
sociedad.
El hombre que todo lo domina… que todo lo maneja a su antojo…
Está creando una sociedad de despojos humanos… mentes sin sustancias humanas…
donde la vida no les sirve para nada. Mientras otros acumulan las riquezas…
amasan fortunas que no podrán llevarse en su maleta, ya que la nada y la paz
serán los únicos ropajes que llevará nuestro cuerpo… ya sin fronteras…
Envueltos aquellos en la nada, y sin maleta ni lujosos ataúdes,
que les guíen.
20.10.20
“Buscando
en el fondo del otoño”
¡Mi otoño!… El que se alza y se rebela
Se posa en los años en lo soñado
Y deja de nuevo que siga solazándose
De la dicha de seguir entre los mortales...
Que, sedientos de sueños, somos más
Humanos y soñadores… Aunque la luz nos
La quieran robar mentes negras, y corazones
Sin sangre roja y nueva que perforen
Los aires del invierno, dejando savia nueva.
Antonio Molina Medina
31.03.21