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Playa de Getares-Andalucía |
“Yo he seguido
huellas de lo vivo, he recorrido los caminos más grandes y los más pequeños,
para conocer su especie”. Nos decía: Friedrich Nietzsche.
Él debe coger el tren de la perfección.
Dentro de unos
días parece que, posiblemente, me prorroguen la existencia ya que los años se
me amontonan y mi cerebro sigue preparado para la guerra de las palabras,
aunque a nadie le interese, si bien los ochenta y tres años son enormes
pilares en donde procrearon sus cimientos de sustancias maceradas,
que fueron apresadas por los haces de trigo y cebada, borona y harina blanca y
sin tinieblas las que hicieron fuerza en mis cimientos ásperos y sedientos de
palabras las que fueron endulzadas por la miel de sus colmenas.
Siguen manando
de su corazón, el mismo que le pusieron desde una vega verde, muy
verde, de la mora ciudad de Granada; quién sabe si escuchando los sonidos de la
campana de la Vela, la que impuso en su cerebro esa fortaleza de las letras muy
‘menuillas’ de esas mujeres que alimentaron a su cuerpo con las nanas
que brotaban de sus pechos que le alimentaban, esas letras compasadas y bien
apañadas de ese dios que nos las injertaba, de esas letras y nanas que
pertinazmente absorbíamos de pechos repletos de alimento; generosos
pechos de mujeres sanas las que repartían su leche entre los que no la podían
conseguir cuya solidaridad hizo posible salvar vidas en su pedanía… la de 'Romiya'.
La eterna vega
se fundió en nuestra ilusiones y Federico nos dejó ese legado de ser ‘humano’
el que fructificó con fuerza y calor en los corazones de los
que seguimos sus pasos.
Tal vez, desde un barco que nunca
tuvo velas, pudo zozobrar su alma y la dejo en cuarentena hasta que pasó el
invierno y con dos remos supo sacar de la arena a esa barca de la playa donde
reposaba su cuerpo, ya con su alma repuesta, la que le susurraba al oído
anhelados pregones con la fuerza de sus letras que le azuzaban desde las costas
de su pesquería.
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Sinovas- Castilla y León |
Antonio Molina Medina
02.08.25
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