Andaba a trompicones por la vida
la sonrisa aparcada de su rostro
incrustado de telarañas nítidas,
le corría la sangre por sus venas.
El cristal deformaba su figura
caminaba encogido, de puntillas,
el alma doliente, desvaída
recorría su cuerpo. La apatía.
Se tropezó y la vio desde el asfalto,
contempló su figura felina.
Quiso huir de esa vida sin remedio,
de ese barro de podredumbre fría.
Y no fue. Se agarró a su mano firme
reposando la vida, en su vida.
Molina
Medina
Se enamoró de golpe y sin saberlo
ResponderEliminarsin conocerlo el corazon le palpitaba
Lo vio y se quedó sin palabras ya que él
desde lo lejos
la admiraba