Puerto de Bilbao Bizkaia |
Hace frío. El año se relaja y se deja ir lentamente, como
vino, en calma. Pero nos aferramos a él cada vez que aparece uno nuevo. Es
señal de que envejecemos y nos da la lata. Entonces me hago esta
pregunta: ¿Y yo quién soy?...
No sé muy bien por qué nacemos o por qué tenemos que
vivir este calvario. Nacemos a empujones, forzando nuestra salida, con la
cabeza delante o arrastradas de los pies con el peligro que eso significa...
Y nos golpean hasta que lloramos. Todo son risas y alegrías...
Artomaña Álava |
Hoy he estado en un funeral, el padre de un amigo... y lo despiden a pompa y platillo, misa y cantos, murmullo en la iglesia. ¿Para eso hemos nacido? ¿Para sufrir el calor y el frío, el hambre y la sed, miserias por doquier y la muerte prematura de más de uno?
Y cuando digo quién soy yo, nadie me responde, nadie me
mira a la cara. Sus miradas se esfuman como la niebla por los campos y
montañas.
Sólo queda un reguero de pasos casi ocultos por el viento
y el polvo de los caminos que cubre su tiempo.
Ya nadie hace caso ni escucha, aunque sea una súplica que
necesita su alma para seguir viviendo.
Ya no encuentro al poeta que me aupó ante el viento, me
dio vida y calor... quizás, eran otros tiempos.
Artomaña Álava |
(Nos decía el crítico británico F.R. Leavis que venía a
decir más o menos: “Un poeta es un poeta, entre otras razones, su apuesta por
las palabras es inseparable de su necesidad de vivir plenamente la época que le
ha tocado”)
Hoy hablo con los pájaros, con animales caseros, con las
fieras del campo, con árboles centenarios que un día fueron carboneros y con el
poeta que llevamos aún dentro.
Solo miro al abismo, esperando que el viento, interrumpa
mi vuelo. Quizás desde la otra orilla, reconozca mi cuerpo ya que mi alma está
muerta y de ilusiones… perdida, aunque llena de sentimientos…
Artomaña Álava |
Un lucero me sorprendió en el camino
cuando subía por la sierra con las cabras.
Me planté ante él y le miré a la cara.
Él me sonreía. Callaba. Sentía su mirada.
Corrí a su encuentro. Me aferré a sus rayos
Él, inundó mi alma. Mi corazón sangraba
cubierto de cuchillos porque él la amaba.
Antonio Molina Medina
31/12/13
La vida ess un soplo, querido amigo, por eso debemos disfrutar lo que podamos, y es que la muerte está al acecho para todos, aquí nadie se quedará, no somos eternos, pero sí nuestra alma.
ResponderEliminarUn placer leerte, poeta.
Un abrazo.
Soplo a veces sediento de aire fresco...
EliminarCual lucernas que se adhieren a nuestro
Cuerpo dejando al descubierto entre
luces y sombras la grandeza de sentir
algo más que tu propia muerte si no
una fuerza certera que nos acerca
por los caminos a los seres que
aman y sueñan que la vida es
también para AMAR.
Un abrazo