Río de la Miel |
La vida no se acaba con la muerte.
Tu silueta corretea la cañada,
con tu collarín al cuello
cuidando con mimo tú belleza
Te sigo viendo correteando
por los campos, aquellos en lo niño
jugaba junto a ti. ¡Sí!, junto a ti.
Porque el tiempo no existe,
el tiempo sólo está en nuestra mente,
en nuestro sino.
Pero te segaron la vida,
la muerte traicionera
que no deja de ser muerte,
aquella que ha truncado
tu joven existencia,
en plenitud de tu vida.
Te atrapó en medio del camino.
Sin tú buscarla, ella te localizó.
No tiene sentimiento.
Es la pura maldad.
Ese paisaje que tanto quise, que tanto quiero,
se ha roto por el impacto certero del progreso.
Tu figura, tu silueta repartiendo los cupones.
Se ha roto el paisaje, ya no está tu figura.
pero tú seguirás recorriendo tu barriada.
Vida cortada por la intolerancia,
el vicio y una falta de principios
que, poco a poco, van desapareciendo
de la sociedad, que adolece de interés
en la juventud que nos acompaña.
Desde la distancia te sigo percibiendo,
tu recuerdo aflora a mi mente, te sigo viendo
correteando por la Cañada de los Tomates.
Tu figura menuda y tierna se sigue distinguiendo
por la alta loma, cañada que está en mi pensamiento.
Tu temprana muerte forma parte de la vida
porque el paisaje se ha roto por momentos,
tú no te merecías esto.
El día que volvamos a nacer
nos encontraremos en el río de la Miel.
Río de aguas limpias y claras
que un día no lejano nos acompañó,
con su pureza, surtiendo de rica y fresca agua
a esa fecunda vega de El Cobre,
en lo profundo de la cañada
la que un día con sus gentes,
solidarias y sufridas,
nos ayudaron a vivir con dignidad.
Nos volveremos a encontrar
en nuestras verdes praderas,
montados en corceles veloces,
de espléndida figura,
con sillas de noble cuero
y bordadas con oro fino,
con la lezna de plata.
Nos regocijaremos en nuestra nueva vida
con aquellos que nos precedieron,
nuestra gente y nuestro credo.
En la nueva vida que ya no fenecerá.
Antonio M. Medina
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