¿Qué queda de aquél cuerpo maltrecho que dio vidas a
un mundo sin cielo? Su cuerpo destrozado, mutilado, acumulador fue de sueños
rotos con el paso del tiempo; de corazones que surcan por los mares sin destino
ni tino pero plenos de vida aún no consumida. Solitarios inciden en su propio
destino, caluroso e inerte, que se acumula en su vientre enraizado y celeste.
¿Dónde queda el oro-prenda que protegía su vida, dando
su parabién al compás de su brisa y sus tristes vivencias? Lejana queda su
silueta. De arrugas es su cara, de silencio quedó su morada. Verde azul, triste
y sonora será su conciencia. Frío inerte. Puntuosa y sabia. Cual murmullo soluble
cobijaba su sombra, donde nos protegías del vendaval y las brozas.
Como ascuas encendidas al calor de sus llamas aún
calientan sus cenizas, donde todavía brota el beso que con mimo nos dabas…
mujer… hembra… madre… hermana…
Antonio Molina Medina
Perfecto y bellísimo homenaje a la madre, al recuerdo de su entrega, de su amor, a todo el mimo que de sus brazos brotó.
ResponderEliminarPreciosa entrada, amigo Antonio.
Un beso.
bello escrito
Eliminarqueda la esencia del perfume de su piel
ResponderEliminarla voz cuando siempre nos hablaba
los actos increibles que nos hizo
queda que gracias a ella vivimos en este mundo de vida prestada
Un amigo me dijo que cuando algo muere nace un sentimiento… Y en esa emoción y recuerdo habitan aquellos a quienes amamos.
ResponderEliminarPrecioso texto, Antonio. Hay luces que nunca se apagan.
Besos y abrazos